Sólo lo fugitivo permanece 18 Jun 2022

Margo Glantz: “Soy una sobreviviente de mi generación”

Revista Ñ | Mauro Libertella

A los 92, la gran escritora mexicana publica un nuevo volumen de textos. Ocasión ideal para hablar con ella de su literatura, su ciudad, sus viajes, y su activa cuenta de Twitter.

 

Barajar y dar de nuevo. Eso es lo que hizo Margo Glantz, la gran escritora mexicana (una leyenda de las letras, se podría decir sin miedo al rubor), en Solo lo fugitivo permanece, un libro en el que reordenó parte de sus textos breves de libros anteriores y los puso a jugar juntos en un nuevo volumen, que acaba de salir en la Argentina.

No son cuentos, aunque lo son; no son apostillas, aunque lo son;no son ensayos, aunque también lo son: son textos que en un libro de cuentos serían cuentos y en una antología sin género pasan a ser textos inclasificables. Hay un efecto Pierre Menard en el gesto: un mismo texto, muchos años después, pasa a ser distinto, porque lo que ha cambiado son las generaciones de lectores, que lo modifican.

Desde su casa de Ciudad de México, a sus 92 años –la edad siempre se menciona cuando se escribe sobre ella, como si el prodigio tuviera que ser constatado una y otra vez–, Margo habla de este libro y también de sus obsesiones y sus recuerdos.

–En Solo lo fugitivo permanece reordenaste varios de tus cuentos para esta nueva edición. ¿Qué elementos tomás en cuenta a la hora de armar una secuencia, un recorrido?

–En literatura, el orden de los factores altera definitivamente el producto, sobre todo si ese producto ha sido objeto reelaborado de varios libros sucesivos, de fragmentos que se desprenden de otros libros –Zona de derrumbe transformada luego en Historia de una mujer que caminó por la vida con zapatos de diseñador– o de fragmentos que aparecieron subrepticiamente en revistas casi clandestinas o textos breves que recogí de mi libro Saña o de Las mil y una calorías, mi primer libro de ¿ficción? que publiqué a cuenta de autor a los 47 años y que nunca se ha reeditado, libro gigantesco con textos breves que denominé fábulas, amenizado con bellos dibujos de mi sobrino Ariel Guzik, un genio –herbolario, aureólogo, inventor, músico, dibujante, viajero– que los dibujó cuando tenía 17 años, libro que fuimos haciendo artesanalmente con mi hija Alina y su novio y Ariel sobre papel albanene, pegando a mano una a una las letras, durante varios meses, y que ningún editor me quiso publicar, porque ya tenía yo demasiados años para empezar a ser escritora y abandonar mi oficio de docente, investigadora, periodista y ensayista (¿rigurosa?).

–Incluso incorporás pedazos de novelas, que de pronto, en otro contexto, se leen de manera autónoma.

–Sí. Mi libro actual –hilvanado por Nora García, un nombre protagónico intercambiable según los relatos– incluye también cuentos que forman parte de otros textos que llamo novelas pero que no lo son en el sentido decimonónico o vargasllosesco del texto, como el que intitulé Por breve herida, consta de fragmentos insertados en el cuerpo de una posible novela cuyo tema principal son los dientes, la espera en un consultorio de dentista y la lectura. Hay también cuentos inéditos o publicados en diversas publicaciones. Termino con un texto autobiográfico sobre el narcisismo, el mío, el de Anaïs Nin (tan tan narcisa), el de Frida Kahlo, tan fridificada y casi símbolo universal de lo “mexicano”. Apariciones, un libro de 1996, libro erótico que privilegio mucho y del que no he puesto nada en este, libro también fragmentario con varias secuencias narrativas colocadas en abismo y del cual Roa Bastos escribió en una carta a mí dirigida: “Usted ha recuperado la desnudez prístina del cuerpo y la energía de sus pulsiones más secretas”.

–Los textos son híbridos, inclasificables. Hay relatos de dos líneas, hay textos más narrativos, y otros que se pueden leer como ensayos libres. ¿Sentís que la palabra “cuento” es un envoltorio flexible, que permite formas muy diversas?

–Descreo de los cánones rígidos, me interesan sobre todo los textos de Perec, Markson, Quignard, Kafka, Sebald, Vallejo, y de otra manera Bernhard o Krasznahorkai y, por no ir demasiado lejos de mí, los de Rulfo, Arreola, Borges, Arlt, Lizalde, Bellatin, algunos de Aira, los de Lamborghini, Chejfec, Kamenszain, Libertella, Diamela Eltit, Paloma Vidal, etc.

–El libro, al ser una antología o un espejo retrovisor, se puede leer también como un autorretrato, donde están muchas de tus obsesiones de toda la vida: de los zapatos a ciertos artistas, ciertos libros, ciertos cuadros. ¿Cómo te vas llevando con esos “fetiches” que te acompañan hace tanto tiempo?

–Mis obsesiones permanecen, son fugitivas pero constantes, reiterativas, y las trabajo siempre siguiendo distintas estructuras, cuya identidad es generalmente el fragmento. También mis textos se manejan como vasos comunicantes entre la ficción o el ensayo, como se advierte en mi último de ensayos antologados en Cuerpo contra cuerpo, organizado por Ana Negri.

–En 2014 publicaste Yo también me acuerdo. ¿Cuando lo terminaste y lo publicaste, la maquinaria de recordar bajo esa forma de “Me acuerdo que....” se detuvo o siguió mucho tiempo más y te lamentaste de que seguías recordando cosas que hubiera sido lindo poner en el libro?

–Yo también me acuerdo es un libro escrito siguiendo el ejemplo de Joe Brainard, I remember, seguido por el Je me souviens de Perec, y muchos más que se han inspirado en la anáfora I rememberMe acuerdo, Je m’en souviens, etc. Empecé con unos veinte “me acuerdos” que acabaron convirtiéndose en casi cuatrocientas páginas y decidí ponerle punto final porque si no hubiese sido un libro interminable.

–Hace poco cumpliste diez años en Twitter. ¿Qué es lo que más te interesa y lo que más te irrita de ese lenguaje?

–Llevo en realidad doce años desde que empecé a tuitear y ni un solo día que yo recuerde he dejado de escribir un tuit. Soñaba con ellos y apenas me despertaba los escribía. Me gustan porque se pueden decir cosas interesantes, fragmentarias, que tienen algún sentido, hacer aforismos, haikus, aprender de los demás, jugar al psicoanálisis de banqueta, estar al tanto de las noticias y darme cuenta de que se ha vuelto un lenguaje peligroso, falaz, ponzoñoso, político en el peor de los sentidos y post y metaverdadero; sin embargo, me sigue interesando y lo seguiré practicando, mientras pueda.

–Sos una viajera frecuente. ¿Qué lugares te quedan por conocer, algún sitio al que siempre quisiste ir y todavía no pudiste?

–Empiezo a tener problemas para seguir viajando, tengo 92 años y ya hay achaques obviamente y dificultades para desplazarme como yo quisiera, pero me encantaría ir a Vietnam y a Japón antes de morirme, volver a París siempre, como hago todos los años, y a visitar amigos entrañables en diversas partes del mundo: Argentina, Brasil, España, Colombia, Perú, Alemania, e Italia por lo menos.

–Y respecto de tu ciudad, ¿cuáles son los cambios más notorios que ves en las últimas décadas?

–Supongo que, como en todas las ciudades, ha habido muchos cambios paulatinos: México se ha ido degradando cada vez más. Bien conocida era la frase de Humboldt de que el Valle de México era la región más transparente del aire, frase que repitió Alfonso Reyes, entre otros, y luego Carlos Fuentes intituló su primera y popular novela así, La región más transparente. Ahora la ciudad ya no es un Distrito Federal sino un Estado federal y cada vez está más desarbolada, contaminada, sucia, ruidosa, fracturada, se ha vuelto incaminable y muy peligrosa, tiene buen clima todavía, pero casi no ha llovido. Recuerdo que cuando fui por primera vez a la India me pareció que había demasiada gente, que demasiada gente vivía a la intemperie, que la mutilación y la enfermedad eran soberanas, que el tráfico y la contaminación eran intolerables y, sin embargo, me fascinó. Ahora veo tanta aglomeración, tanto tráfico, tanto ruido en mi ciudad que ya casi es como Delhi, y sin embargo y de nuevo sólo podría vivir aquí, aunque frecuente con placer otras ciudades.

–Vivís en una casa con una biblioteca impresionante. ¿Tenés alguna noción de cuántos libros son? ¿Cuál es tu zona más querida de la biblioteca?

–Debo tener alrededor de 15 o 16 mil libros, me han robado muchos, primeras ediciones y me indigna, pero allí siguen muchos más. Visito por zonas según van variando mis intereses y mis necesidades como docente e investigadora o lectora por placer, consulto con frecuencia, sobre todo la parte dedicada a las diversas literaturas y las de ensayo, la cultura griega me apasiona y leo mucho a Nicole Loraux y Giulia Sissa, también a Françoise Héritier, Carlo Ginzburg, Piero Camporesi, Georges Canguilhem, Barthes, Bataille, Benjamin, Foucault, etc. Y últimamente a Bruno Patino, que escribe sobre las redes sociales y me esclarece muchas cosas.

–Atravesaste una parte importante del siglo XX y todo lo que va del siglo XXI. ¿Cuáles fueron los momentos más desgraciados y los más felices en términos políticos e históricos, de sucesos colectivos, sociales?

–El nazismo y el Holocausto me han marcado de manera insoportable, y me aterra ver cómo se están creando nuevas versiones de fascismos, tanto de izquierda como de derecha. Por lo demás, ha sido una vida maravillosa, muy plena, con mis hijas, nietos, mis padres (Las genealogías), mis amigos extraordinarios, muchos de los cuales ya han muerto, como era de esperarse… soy una sobreviviente de mi generación.

–¿Cómo definirías el momento actual de la política mexicana?

–Como en El Gatopardo, la novela de Lampedusa. Todo cambia para quedarse igual o mucho peor.