La yugoslava 12 Abr 2006

La afección literaria

Bazar Americano | Graciela Goldchluk

Hace unos días, una amiga me decía que el problema que tienen muchos libros argentinos es que están escritos para publicarse. Con La yugoslava, en cambio, el lector tiene la impresión de que esas hojas siempre estuvieron escritas y por un golpe de suerte vinieron a parar a sus manos. Creo que esto se produce porque López Brusa construye un mundo hecho exclusivamente de afectos.

 

Hace unos días, una amiga me decía que el problema que tienen muchos libros argentinos es que están escritos para publicarse. Con La yugoslava, en cambio, el lector tiene la impresión de que esas hojas siempre estuvieron escritas y por un golpe de suerte vinieron a parar a sus manos. Creo que esto se produce porque López Brusa construye un mundo hecho exclusivamente de afectos.

La yugoslava está dedicada “A Cape”, y cuando ella aparezca como personaje a nadie le quedará ninguna duda de que el afuera y el adentro del texto son momentos de una metamorfosis continua que incide también en nosotros, sus lectores. Después vienen los epígrafes. Puede parecer extraño que un libro se anuncie con una poema de Vasko Popa y un relato del partido Estudiantes-Manchester, pero estos textos —puestos en el umbral como dioses protectores— anuncian la pasión que pulsa la novela: el fútbol es acá literatura pura, del mismo modo que la poesía se realiza por otros medios en algunos momentos inefables de cualquier partido de fútbol.

El comienzo del libro anuncia un nosotros que a lo largo de la novela se ramifica y prolifera en nuevos encuentros. Alguien, otro amigo, dijo que era uno de los mejores comienzos que había leído: “Sabíamos que en la plaza de Sarajevo vendían vacas vivas”. Estamos en 1988 y Cape, que viaja a Londres becada para asistir a un seminario de rock, decide darse una vuelta por Yugoslavia para entrevistar a Konstantin Zecevic, árbitro del partido que consagró a Estudiantes de La Plata campeón del mundo al vencer al Manchester United por 1 a 0 en su propia cancha. Va para hacerle un favor a López que prepara un libro sobre Estudiantes, pero también para encontrarse con su amiga Rejna. 

En esta novela que inaugura el género de la narración de cartas, la mujer es diáfana en su misterio y el hombre queda perplejo, en suspenso. Entre ambos se tejen las historias de uno y otro lugar: se busca un referí y se encuentra un libro de poemas, falta una serpiente pitón en el zoológico de La Plata y la ciudad parece darse cuenta de pronto que no es la única que desapareció. Estas son apenas algunas de las cosas que suceden en la novela, todas ellas importantes porque son vividas y compartidas como tales. Nada resulta indiferente ni típico en este universo de lo singular donde una vaca es una vaca. 

Y además está el rock, Serú Girán y los Redonditos de Ricota en una ronda de afectos imposibles que organiza la novela como una máquina de producir presencia. En ese instante de puro presente que es la lectura se conjugan la mitología griega, Lewis Carroll, Humberto Costantini, Manuel Puig y las leyendas populares folklóricas y ciudadanas. Después de todo, uno de los héroes que arman la trama solidariamente es profesor de literatura y autor de un relato. El mecanismo, nos enseña Cape según López, es imbatible, se trata de mechar opiniones: “qué niega o rechaza cada artista cuando crea”.

Tal vez, La yugoslava nos habla sin saberlo de lo que le falta a una literatura poblada de voces pensantes y cuerpos ausentes. Y lo hace en un lenguaje que tiende hacia el futuro y se adelanta dos o tres renglones, afectado de antemano por el encuentro deseado, como aquel que va a la cancha y agarra por 57 hasta la calle 1.

*Este texto fue parte de la presentación del libro en ciudad de La Plata, el día 21 de diciembre de 2004, en la sede de Estudiantes de La Plata.