Burton por Burton 10 Nov 2018

Cómo es el imperdible libro en el que Tim Burton desnuda sus rarezas

Vos | La Voz del Interior | Javier Mattio

Burton por Burton reúne una serie de entrevistas en las que el director estadounidense repasa sus filmes más célebres y su relación con los actores.

 

Celebrador de freaks, monstruos e incomprendidos, indagador de mundos suburbanos y fantásticos, emblema de retorcida y excéntrica ternura en el Hollywood aletargado, parece ser poco lo que queda por decir de Tim Burton (Burbank, California, EE.UU., 1958). A menos, claro, que lo diga él mismo: Burton por Burton reúne declaraciones en primera persona del popular realizador en un arco cronológico que abarca sus producciones fundamentales.

De las tempranas Vincent y La gran aventura de Pee-Wee a El gran pez y Charlie y la fábrica de chocolate, el volumen repasa a modo de tren fantasma oficial los pormenores de una filmografía que se anticipa memorable, digna de los grandes talentos estadounidenses del séptimo arte.

Como dice Johnny Depp en la introducción, no existe inadaptado más adaptado que Burton: si algo consiguió el director es negociar su afición a los clásicos de terror de la Universal y la Hammer, la artesanía manual del stop-motion, la atmósfera truculenta de la narración gótica y la sensibilidad de personajes tímidos, raros o excluidos con los engranajes demandantes y onerosos de la industria.

Esa ductilidad asombrosa –que permite que a su obra le sea correctamente atribuida la etiqueta ambivalente de “cine de autor”– se infiere de los textuales reunidos por el editor Mark Salisbury, en los que Burton cuestiona a Hollywood por sus presiones, extravíos y oportunismo, a la vez que admite con franqueza que el dinero es tema serio.

Si hay otra constante en el libro es la inclinación de Burton por los procesos de la intuición, su renuencia al análisis sesudo, y la confianza en las sensaciones y el poder de las imágenes. De ahí su rescate de la fábula, donde las explicaciones o el raciocinio se ven menguados en una narración de apariencia simple que opera a nivel oculto; o de las máscaras, el disfraz y el maquillaje (BatmanBeetlejuiceEl Joven Manos de Tijera), que permiten a quienes los usan exhibir dotes inéditos y liberados.

"Las películas son de verdad una forma de terapia y moldean nuestros inconscientes de la manera en que antes lo hacían los cuentos de hadas", apunta Burton, que se revela ajeno al intelectualismo y a la lectura, se confiesa disperso y se pronuncia de una manera llana y directa. Es esa seguridad y coherencia no exenta de provocaciones veladas lo que dota de un aura esclarecedora a sus palabras.

Su relación agridulce con Disney, el escepticismo a separar luz de oscuridad, la afinidad hacia ciertos actores (“Si no les caigo bien o no les intereso, entonces no quiero trabajar con ellos”, reconoce), la colaboración con sus idolatrados Vincent Price, Christopher Lee o Béla Lugosi, y la reticencia a las publicidades o a recurrir a imágenes por computadora se complementan en Burton por Burton con los encantadores dibujos del realizador, nunca del todo difundidos. En esos rayones expresionistas, tan graciosos como perturbadores, se vislumbra la grácil desnudez de un raro que se sabe amado.

Algunas frases de Tim:

"Es curioso, asistí a una reunión del secundario y era cierto (y es algo muy generalizado): los alumnos que eran marginados y considerados freaks en el colegio –mucho más que yo, porque yo era visto como el callado y por eso me salvé, mientras que a otros alumnos los torturaban de verdad– acabaron siendo los más equilibrados y atractivos (no sólo desde un punto de vista físico, sino como personas), y les iba muy bien. Los otros se habían marchitado. Los líderes, los deportistas: habían vivido su mejor momento en el colegio, era impactante verlo. Confirmó mis sospechas, porque quienes habían sufrido tormentos se vieron obligados a valerse por sí mismos; no podían fiarse de la sociedad, no podían confiar en que la cultura o la jerarquía cuidaran de ellos, por decirlo de alguna manera, por lo que tuvieron que esforzarse por ser aceptados”.

“Creía que la industria del cine era lo peor, pero, cuando miramos otros mundos –como el de la moda, la publicidad o el arte–, nos damos cuenta de que son aún más despiadados, pretenciosos y mezquinos. Me parece que lo bueno de la industria cinematográfica –lo que nos protege de eso– es que muchísimas cosas pueden salir mal: las críticas, la taquilla, la película en sí. Son tantos los elementos que nos pueden afligir y obligarnos a ser más humildes que nos mantenemos con los pies en la tierra”.

“Las personas se me acercan y andan con una pequeña imagen de El extraño mundo de Jack. Es curioso porque a veces, cuando la gente se identifica con algo –aunque no sea un grupo grande, sino unos cuantos–, me resulta maravilloso. Muchas personas y críticos no entienden que una emoción corre por debajo de esas cosas extrañas y, en apariencia, tontas. Alguna gente sí se da cuenta, y eso significa muchísimo para mí… cuando los espectadores captan el carácter emotivo que se encuentra debajo de una fachada estúpida”.