La fábrica de la soberanía 23 Dic 2005

Con figuras antiguas, pero dotadas de rigurosa actualidad

La Gaceta | Coriolano Fernández

El ayer ilumina el hoy, pero si sabemos leer el ayer

 

¿Qué se sabía de la filosofía italiana actual en nuestro país? No mucho. Tuvo resonancia, no apagada todavía, el “pensamiento débil” de Gianni Vattimo. El “pensamiento fuerte”, en cambio representado en parte por Massimo Cacciari, poco se ha difundido, pese a la excelente traducción de la filósofa argentina Mónica Cragnolini.

Ahora nos llegan trabajos de pensadores italianos -no en el sentido de una escuela- que, siguiendo una tradición de su patria, colocan el centro del filosofar en la Filosofía Política. La estrella es Giorgio Agamben, que estuvo en octubre en Buenos Aires.

Carlo Altini, (San Miniato, Pisa, 1965), egresado de la Universidad de Siena y actualmente investigador en la de Pisa, está en esa línea aunque con un sesgo propio. Los protagonistas de su libro no son figuras de nuestros días y sin embargo poseen para él rigurosa actualidad, porque para Altini la historia de la filosofía funciona como filosofía política; el ayer ilumina el hoy... si sabemos leer el ayer.

Altini, y en esto se parece a Agamben, es muy buen lector. ¿Y en qué consiste ser muy buen lector? Consiste en inteligir en la palabra más de lo que esa palabra dice, ir a la búsqueda de los sentidos que exceden el sentido y traerlos a la superficie, como el buceador muestra en su mano las perlas que oculta el mar.

Altini define su libro como serie de fragmentos. Ellos configuran una meditación sobre la modernidad: la globalización hace patente la crisis del Estado moderno entendido como el único depositario de la soberanía, al par que se instala una especie de superestructura tecnocrática que intenta justificar nuevas formas de poder.

Pero tal superestructura actúa de modo indirecto, pues utiliza la forma tradicional del Estado moderno. En tanto privado de un fundamento trascendente, dice el autor, el orden moderno es artificial. La crisis actual es la crisis de esa objetividad artificial. La solución no está a la vista y la filosofía política, a juicio del autor, vive una época de transición, del “no ya” al “todavía no”.

Las fuerzas económicas han cobrado autonomía frente a la política y se eclipsan los conceptos básicos de la modernidad: soberanía, representación, ley, autoridad... Para Altini el enfoque de politólogos y sociólogos es insuficiente y es menester una reflexión filosófica que trabaje con independencia de juicio y de análisis.

Los protagonistas se mueven, los mueve Altini, en dos niveles. En primer plano Altini lee a Maquiavelo, Hobbes y Spinoza (los tres figuran en el subtítulo de la obra); pues en ellos la crítica filosófica del problema teológico-político es uno de los elementos fundantes de la idea moderna de soberanía. Maquiavelo en los Discursos nombra una sola vez a Platón, pero Altini rastrea la influencia de ateniense, que Maquiavelo asimiló a través de Marsilio Ficino. En el Leviatán de Hobbes, ve Altini una circulación entre teología y política. La soberanía no reside en la secularización del poder sino que surge de la creación del cuerpo político sobre base racional a través de una única fuente de autoridad.

Y Altini retorna a Maquiavelo por una vía poco conocida, el elogio que Spinoza hace del florentino. Spinoza se aproxima a la tesis de Maquiavelo, según la cual la sociedad puede ser gobernada de modo realista merced a una ingeniosa mezcla de consenso y poder, fuerza y moderación, conocimiento y superstición.

Y en segundo plano Altini lee a los lectores de Maquiavelo y de Hobbes, lee a Leo Strauss y a Carl Schmitt. Y también a Gershon Scholem, Hans Jonas y Alexandre Kojéve.

Libro de estilo erudito (por la cantidad de autores citados) y con algunas reiteraciones, tiene traducción de Carlos Longhini y Sergio Sánchez, en general correcta. Las notas a pie de página debieron ser agrupadas al final del volumen o de cada capítulo, pues dificultan la fluidez del discurso, amén de que van en letra microcóspica.