Ulises | Ulises 25 Jun 2015
La Capital | Redacción
Este año se cumplen siete décadas de la primera versión al castellano de una obra decisiva. Un especialista español llega a la ciudad y aporta a una rica polémica.
En 2015 se cumplen 70 años de la publicación de la primera traducción al español de la obra maestra del escritor irlandés James Joyce, la célebre Ulysses, considerada una de las novelas más importantes de todos los tiempos. El escritor y crítico español Eduardo Lago, autor de un premiado ensayo comparativo de las traducciones al castellano de esta obra central en la historia de la literatura, dará una conferencia el próximo viernes en el Centro Cultural Parque de España. Lago trazará un recorrido por las vicisitudes a las que ha estado sometido el seminal texto de Joyce en castellano.
El Ulysses fue publicada en 1922, el mismo año que otro libro central en la literatura moderna, The Waste Land, del poeta T. S. Eliot. En 1945 vio la luz la primera versión al castellano, realizada por el escritor argentino José Salas Subirat, en una legendaria edición publicada por Santiago Rueda, en Buenos Aires. El impacto de esta traducción fue extraordinario, aunque no faltaron quienes pusieron reparos, porque consideraban que se trataba de una versión demasiado ajustada al castellano que se utiliza en la Argentina.
Más de tres décadas después, en 1976, la editorial Lumen de Barcelona dio a conocer la traducción del poeta sevillano José María Valverde. En 1996, Eduardo Chamorro publicó en Círculo de Lectores (España) una versión considerada de escaso valor. En 1999, otra editorial española, Cátedra, dio a conocer la tercera versión, realizada por Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas.
La cuarta traducción castellana fue publicada en abril pasado por la editorial argentina Cuenco de Plata, en un trabajo realizado por Marcelo Zabaloy con la colaboración de Edgardo Russo.
Desde Nueva York, donde reside desde hace 30 años, el ganador del prestigioso Premio Nadal en 2006 con su primera novela, Llámame Brooklyn, contestó a las preguntas de Más.
—¿Es la legendaria traducción del Ulysses realizada por Salas Subirat la mejor, a pesar de ser la primera?
—Me siento inclinado a decir que sí, pero la respuesta es más compleja. El aura mítica no se la quitará nadie, como el mérito de haber abierto el camino. Tiene además un cierto aliento cosmopolita, una voluntad de superar el uso de registros regionalistas. Y fluye muy bien, y sigue viva. Ahora bien, una nueva versión era probablemente necesaria, porque Subirat incurría en errores e imprecisiones. Probablemente sea inevitable, a menos que se trabaje en equipo, e incluso así.
—¿Qué opina de la reciente versión realizada por la dupla Marcelo Zabaloy-Edgardo Russo para Cuenco de Plata?
—Lo primero que quiero expresar es respeto hacia un trabajo sin duda riguroso. El traductor principal es Zabaloy, pero la colaboración de Russo es muy valiosa. Es pronto para hacer una valoración definitiva, y no tengo ni mucho menos el poder de pronunciar un veredicto por mí mismo. He venido a Argentina para escuchar qué dicen otros expertos en el encuentro que se celebrará en Buenos Aires el 6 y 7 de julio próximos. Por supuesto emitiré una opinión, pero lo haré en la charla que daré en Rosario. Lo que he visto me ha gustado. La piedra de toque es a qué variedad de castellano traducir una obra tan universal. El castellano es el idioma común de 22 naciones. ¿Qué se ha de hacer? ¿Un Ulises colombiano, peruano, chileno...? ¿O un Ulises bajo un signo panhispánico (a falta de una denominación mejor? ¿Y está verdaderamente al alcance de un individuo (o de dos, como ocurrió antes que con Cuenco de Plata con la edición española de Cátedra) llevar a cabo un trabajo así? ¿O habría que organizar un trabajo en equipo? ¿Y ese equipo tendría que intentar superar las variantes regionales? Creo que en estos momentos hay muchas más preguntas que respuestas. Otro interrogante: ¿el traductor debiera ser alguien con la imaginación creadora de un escritor? ¿O alguien con dominio técnico de la lengua y una asombrosa capacidad para ser invisible? Hay mucho que hablar, como se ve.
—¿Es posible traducir con éxito el Finnegans Wake al castellano? ¿Qué opinión tiene de tan controvertida obra?
—Sí, es posible. Y es necesario. Hay traducciones parciales y alguna total. Lo que hay que traducir es aproximadamente un 20 % ya que el 80 % no es inglés, sino una amalgama de unas ochenta lenguas, que el inglés aglutina de manera variable. Finnegans Wake es una obra maestra absoluta. Son muchos los críticos que piensan que es la más importante obra que escribió Joyce. Desde luego le dedicó mucho más tiempo que al Ulises, 17 años en total. Es un intento por entrar en el alma del lenguaje universal (por eso hay tantas lenguas particulares). Es una obra sumamente musical y de gran comicidad. Pero es seria. Lo que pasa es que no tiene sentido leerla como se lee cualquier novela convencional, incluida el Ulises, que no tiene nada de convencional. En muchos momentos el Ulises anticipa Finnegans Wake, sólo que hay muchos otros momentos en que la prosa se atempera y obedece a códigos estéticamente mucho más gratificantes. La gratificación de Finnegans Wake es al nivel de la inteligencia, se trata de una ímproba labor de desciframiento, y una vez develado el enigma hay que trasladarlo a otra lengua que soporte el resultado final, en la proporción que dije antes. Cuando se tradujo al chino fue un best seller. Hay mucho que decir de esto. Yo llevo tres años traduciendo un segmento, el que lleva por título Anna Livia Plurabelle, un texto atravesado por todos los ríos del mundo, en lo que supone una metáfora perfecta de la totalidad del texto.
—¿A quién considera los predecesores más importantes, y continuadores —si es que tal término pudiera utilizarse— de las búsquedas estéticas de Joyce?
—Todos somos hijos de Joyce. Después de él nada quedó como antes. Hirió de muerte al realismo decimonónico, que hoy es pasto del territorio de la literatura comercial. Decir nombres exigiría una lista larguísima, y omitiría más de lo razonable. Beckett, Burgess... La verdad, son legión, en todos los idiomas. La lección de Joyce es valiosísima porque es tan ética como estética. Lo que hizo sigue siendo válido hoy. Cuando un joven escritor lee, hoy, a Joyce por primera vez, comprende que ha estado perdiendo el tiempo. Estamos hablando de una obra que tiene 93 años, y su influencia no puede ser mayor, ha permeado todas las literaturas, influye incluso a quien no lo lee.