Finnegans Wake 04 Jul 2016

"Finnegans Wake" de James Joyce en español: La obra que nadie se atrevía a traducir

La Voz del Interior | Javier Mattio

El argentino Marcelo Zabaloy tradujo por primera vez al castellano el Finnegans Wake, la complejísima novela del autor irlandés que siguió al Ulises. Los detalles de una traducción imposible.

 

Un grupo de personas se sienta alrededor de una mesa para leer y desentrañar el sentido oculto de un texto con la dedicación de una logia secreta. Una sola palabra del libro en cuestión puede llevar una jornada entera de interpretación y discusión, en tanto la escritura responde a una lógica de ambigüedad lúdica en la que un término puede apuntar a más de una decena de significados. La tarea parece imposible, aunque de vez en cuando un destello aparece y el esfuerzo da sus frutos. La escena pertenece al documental The Joycean Society ("La Sociedad Joyceana") de Dora García, un inmejorable primer paso para empezar a entender el grado de fascinación y dificultad que es capaz de suscitar el Finnegans Wake, la abismal obra de James Joyce que siguió al ya de por sí genialmente inescrutable Ulises.

Vórtice que abraza en su estructura circular todas las épocas y hombres e historias, el Finneganses un sueño del lenguaje o el lenguaje hecho sueño en forma de incansables retruécanos, trabalenguas, onomatopeyas y palabras compuestas donde el sentido ambivalente de términos, frases y narraciones se impone a la lectura lineal. En el maremágnum de sus 628 páginas es posible hallar un núcleo: el título remite tanto a la muerte como al despertar de Tim Finnegan, personaje de una antigua balada celta que es también H. C. E., “Here Comes Everyman”, el hombre universal. Él junto a Anna Livia Plurabelle (A. L. P.) y sus hijos Shem el escritor y Shaun el cartero y la disputada joven Iseut componen los cinco protagonistas plurivalentes alrededor de los cuales la trama se ensancha y multiplica.

Mientras que el Ulises de James Joyce lleva ya cuatro traducciones al castellano (dos argentinas y dos españolas), el Finnegans Wake había permanecido como temible libro de culto sólo apto para leer en su versión original, con traducciones parciales como la de Víctor Pozanco para Lumen (1993) o la del emblemático capítulo octavo “Anna Livia Plurabelle” de Francisco García Tortosa para Cátedra (1992), hace rato agotadas. 

La empresa titánica de trasladar el texto íntegramente al castellano parecía del todo imposible hasta que el argentino Marcelo Zabaloy, encargado de la última traducción al castellano del Ulisespara la editorial El Cuenco de Plata, arremetió la tarea. Hoy Finnegans Wake ve finalmente la luz en nuestro idioma, y así la posibilidad de aproximar el texto a un público amplio se hace más factible aunque el exigente ejemplar carezca de prólogo, notas al pie y acompañamiento bilingüe.

Espejo imposible

Así como la primera traducción argentina y en castellano del Ulises (1945) fue realizada por el agente de seguros autodidacta J. Salas Subirat, así también Zabaloy aparece por fuera del ámbito especializado para darle entidad rioplatense nada menos que al Ulises y ahora al Finnegans Wake. Ajeno a cualquier formación académica, aficionado a la lectura de libros en inglés y al rugby, Zabaloy trabajó como instalador de redes informáticas en su Bahía Blanca natal hasta que un infarto lo hizo parar el carro. Con tiempo libre a su favor, se embarcó por impulso propio en la traducción del Ulises. Inmediatamente después de concluirlo en 2009 (la edición se publicó recién el año pasado, pocos meses antes de que falleciera su editor Edgardo Russo), Zabaloy se metió de lleno con el Finnegans Wake

Los siete años que van de 2009 a 2016 los dedicó a investigar y traducir la obra en términos hiperminuciosos, cotejando el original línea por línea con las esenciales notas de Roland McHugh en Annotations to Finnegans Wake, el sitio web dinámico FWEET (Finnegans Wake Extensible Elucidation Treasury), que reúne toda la información agregada al trabajo de McHugh, y la poco conocida traducción al francés Veillée Pinouilles de Hervé Michel, con quien Zabaloy se escribió para ajustar el proceso. Con revisión integral del académico Eugenio Conchez y edición al cuidado de Pablo Hernández, el resultado es un Finnegans Wake desnudo que replica de manera extrañamente física al original: al respetar las 628 páginas oración a oración, el volumen aspira a ser un espejo imposible del trabajo de Joyce, ideal para comparar con la versión en inglés y a partir de ahí alternar la lectura intuitiva con enciclopedias reales y virtuales.

“Era una tarea para hacerla solo o no hacerla– admite Zabaloy vía telefónica–. El Finnegans es un texto oscuro, complejo. De 450 palabras en una página, el 30 por ciento, o sea 110, 120 palabras, no llevan a ningún lado. Cada una puede tener equis significados o remitir a equis cosas. Pero es una ambigüedad, no blanco o negro, en virtud de su cercanía con el contexto. Como traductor tenés que elegir uno de los 10 sentidos posibles, qué palabra es la que mejor suena, la más apropiada para lo que la antecede y la sigue. No hay ninguna palabra caprichosa pero tampoco una palabra exacta. Nada en Finnegans Wake es lo que parece, todo tiene doble, triple o múltiple sentido”.

Y sigue: “Lo que hice, si se puede aceptar en este caso el término traducir, fue traducirlo. Está traducido línea a línea, tiene las mismas páginas, todas comienzan y terminan con la misma palabra en inglés y castellano. Es la ilusión óptica de una traducción imposible, es imposible de manera literal. Ese es el espíritu de Finnegans Wake. Es un disparate fenomenal, monumental”.

¿Por qué evitar la edición bilingüe o el añadido de notas? Zabaloy: “Hasta el capítulo 8 del primer libro, el de Anna Livia Plurabelle, el más conocido, los hice anotados. Pero ahí me di cuenta de que era absurdo. Implicaba agregar al menos una página más de notas a cada página, y si fuera bilingüe debería sumar a su vez una página más en inglés, con lo cual hacés un ladrillo de casi tres mil páginas absolumente inaccesible. Joyce largó el libro y no se tomó el trabajo de explicar nada a nadie. Todo aquel que tenga un interés profundo tiene que investigar. El mejicano Juan Díaz Victoria está llevando a cabo ese trabajo anotado y aun así hay que ver quién se anima a publicarlo”. 

“Es para leer en dosis homeopáticas, abrirlo por la mitad y leer una página y al tiempo volver y agarrar otra. No soporta ni resiste ni es aconsejable una lectura lineal. No hay que largarse a leerlo ni siquiera como el Ulises, porque te frustra de inmediato. Pero si vas picoteando de a poco se encuentran de repente epifanías, oasis luminosos”, cierra.