Antología del cuento extraño (4 vols.) 28 Ene 2015

Cuentos extraños

Revista Crítica | Guillermo Núñez Jáuregui

 

El año pasado la edi­to­r­ial bonaerense El cuenco de plata reed­itó la Antología del cuento extraño de Rodolfo Walsh. El título se pub­licó orig­i­nal­mente en 1956, en un solo vol­u­men, y tuvo una segunda edi­ción en 1976, poco antes de que Walsh fuera desa­pare­cido. Con­sta de cuarenta y nueve relatos. Pasé var­ios de mis días de des­canso leyendo ávi­da­mente un cuento tras otro.

Lo encon­tré pecu­liar. La antología coloca al lec­tor en un campo per­tur­bador, no sólo por el tipo de relatos que incluye sino porque mues­tra con clar­i­dad que el relato extraño no es especí­fico del mundo angló­filo, como a menudo se pre­tende. En el pasado me había topado con antologías de relatos fan­tás­ti­cos decep­cio­nantes (angló­fi­las, pre­cisa­mente), como la colec­ción de las his­to­rias de fan­tas­mas que escribió Dick­ens, Para leer al anochecer: his­to­rias de fan­tas­mas, que pub­licó Imped­i­menta en 2009 (el título no sólo comete el error de refu­gia­rse en el nom­bre de un autor pres­ti­gioso, aunque no destacó como autor de “lo extraño”; sino que cayó en la trampa preparada por el mer­cado, donde abun­dan las colec­ciones temáti­cas: las hay, hemos visto, de vam­piros, de licán­tro­pos, de zom­bis, de asesinos…).

Otras antologías, aunque intere­santes, inevitable­mente resulta­ban desiguales, como Feel­ing Very Strange: The Slip­stream Anthol­ogy (2006), edi­tada, sin desa­ten­der a la cien­cia fic­ción o a la lit­er­atura espec­u­la­tiva, por James Patrick Kelly y John Kessel (con momen­tos desta­ca­dos, debe decirse). Tam­bién la edi­to­r­ial McSweeney’s ha pub­li­cado colec­ciones, dos de ellas cuidadas por Michael Chabon, una en 2003, McSweeney’s Mam­moth Trea­sury of Thrilling Tales; otra en 2004,McSweeney’s Enchanted Cham­ber of Aston­ish­ing Sto­ries. En 2013 dedi­caron su edi­ción 45 a nuevos relatos fan­tás­ti­cos acom­paña­dos por otros que Ray Brad­bury y Alfred Hitch­cock habían escogido para sus propias antologías (Time­less Sto­ries for Today and Tomor­row y Sto­ries Not for the Ner­vous, respec­ti­va­mente).

Pero la de Walsh destaca por ofre­cer nar­ra­ciones que lenta­mente mues­tran su aspecto sinie­stro, escon­di­endo los lugares comunes que uno espera de relato fan­tás­tico. En ese sen­tido es un libro canónico: fun­ciona como un punto de par­tida, antes que como un pro­ducto para el con­sum­i­dor típico de la lit­er­atura extraña (donde, es cierto, abunda el lec­tor infan­til que espera exclu­si­va­mente for­mas con­ser­vado­ras). Algunos de los relatos de la antología, como “La zarpa del mono” de W.W. Jacobs; “Enoch Soames”, de Max Beer­bohm; o “Som­bras suele vestir”, de José Bianco, ya habían sido inclu­i­dos en la colec­ción que había preparado Borges, Ocampo y Bioy Casares en 1940. Pero Walsh lo hace de forma que aparez­can ínte­gros (de ahí que la antología sea más volu­mi­nosa que la de Borges et al.). Además, pre­senta relatos de autores poco cono­ci­dos, incluyendo anón­i­mos (“La casa encan­tada”) o de lati­noamer­i­canos (los hay de Lugones, Borges y Bioy, claro, pero tam­bién de Bianco, Silv­ina Ocampo, Miguel Ángel Asturias, Julio Gar­men­dia, Bernardo Kor­don u Óscar Cer­ruto –autor del impre­scindible “Los buitres”–), a quienes Walsh no duda en colo­car junto a autores como Tol­stoi, Bierce, Mau­pas­sant, Poe, Lawrence, Forster, Paroja, Hearn, Ner­val, Kafka, Con­rad, Apol­li­naire o Kipling (el gesto, de acuerdo con la intro­duc­ción de Daniel Link que acom­paña la edi­ción de El cuenco…, da cuenta del «impulso mod­ern­izador» de la antología).

Dudo entre seguir para demor­arme en los mecan­is­mos de algunos tex­tos que lla­maron mi aten­ción (“Un poderoso camión de guerra”; “El cabal­lito de madera”; “La promesa”; “El secreto del cadalso”; “El pre­cio de la cabeza”; “Gem­ini”; “La Venus de Ille”; “El que se enterró”; etcétera, etcétera). Tal vez debería tam­bién sub­ra­yar la fun­ción que tienen, den­tro de la antología, los relatos que fun­cio­nan como “cor­tinil­las”, a menudo líri­cos, entre los tex­tos más exten­sos y potentes. Pero lo mejor, creo, es sen­cil­la­mente dar por con­clu­ida la noti­cia aquí. Al menos diré esto más: val­dría la pena leer esta antología sólo para revisar las efec­ti­vas biografías escritas por Walsh de los autores incluidos.

Leed este libro.