Y yo, ¿por qué no tengo banana? 24 Mar 2014

Copi

Comiqueando | Javier Hildebrandt

Ahora que finalmente sus historietas se están reeditando en nuestro país, es un gran momento para encarar la lectura de las obras de este "genio maldito".

 

Es uno de los autores más interesantes y quizás menos leídos de la historieta argentina. Eterno vanguardista, furioso militante, entusiasta polemista, homosexual sin tapujos, irónico hasta la exasperación, desenfrenado hasta la libertad. Su vida y su obra poseen múltiples caras que recién varios años después de su muerte comenzaron a descubrirse. Aquí, una pequeña introducción a un genio al que le basta definirse con cuatro letras.

COPI

Historietista, dramaturgo, escritor, actor… Gran parte de la obra y la figura misma de Copi han sido objeto de varios estudios críticos, luego de años de estar confinado bajo el rótulo de “artista maldito”. Sin embargo, muy poco se ha rescatado de su faceta en los medios gráficos, primer laboratorio de pruebas en el que delinearía intereses y estilos que luego traduciría en sus piezas teatrales.

Desde su nacimiento el 20 de noviembre de 1939, Raúl Natalio Damonte Taborda (tal como figuraba en su DNI) lleva marcado un destino de tablas, trasgresión y tinta impresa: su abuelo, Natalio Botana, fue el fundador del mítico diario Crítica, mientras que su abuela, la militante anarquista Salvadora Medina Onrubia, se desempeñó como autora teatral durante los años ’20. Es ella quien bautiza al pequeño y blanquito Raúl como Copito de Nieve, que luego devendría en el diminutivo de Copi.

Su padre, Raúl Taborda, que había heredado la dirección de Crítica luego de la muerte de Botana en el ’41, se enemista con el General Perón y debe exiliarse junto a su familia. Viajan primero a Uruguay, y más tarde a Haití y Estados Unidos. Con el derrocamiento del gobierno peronista por parte de los militares en 1955, Taborda regresa al país y funda el periódico Resistencia Popular, desde donde –a pesar de su furiosa oposición a Perón- dispara dardos contra la dictadura de la dupla Aramburu-Rojas y aboga por una salida democrática. En esta publicación, un Copi de apenas 16 años debuta con sus primeros dibujos satíricos y textos humorísticos, sin firma. En estos primerizos trabajos ya pueden reconocerse algunos rasgos de estilo del autor, con la aparición de la Señora Sentada (como la representación femenina de la democracia, con su gorro frigio), una niña con un moño gigante en la cabeza, pájaros y otras criaturas. Un personaje habitual de esta etapa es Gastón el Perro Oligarca, una crítica feroz al gobierno de facto de la Revolución Libertadora.

Luego de esta experiencia, Copi saca a pasear su estilo de fingida inocencia por las pocas revistas que se le animan a su particular sentido del humor. Publica en la Tía Vicenta de Landrú, y luego en LD y en la efímera Cuatro Patas, de Carlos del Peral, hasta que en 1962, con 22 años, se radica en París, ciudad en la que residirá hasta su muerte.

A su llegada, Copi se involucra de manera muy activa con el ámbito teatral, y forma parte del Grupo Pánico, donde traba relación con otro monstruo de las viñetas: Alexandro Jodorowsky. A la par desarrolla su más fructífera etapa como historietista. Comienza vendiendo algunas acuarelas, a diez francos cada una, en algunos de los legendarios cafés de París. En uno de ellos, el Flore, una mujer queda asombrada con el trabajo del joven argentino y lo manda a ver a su marido, Jean-Claude Fournet, director de la revista Twenty. Copi se convierte en colaborador permanente de la publicación hasta su cierre, ocurrido poco tiempo después. De allí emigra a las páginas de Le Nouvel Observateur, que por ese entonces buscaba renovar su staff.

“Nadie quería saber nada con la tira, -contaba Copi en una entrevista- yo mismo no estaba demasiado convencido y empecé a hacerla con el solo apoyo de [el editor Serge] Lafaurie; el resto opinaba que ‘le truc’ [sic] no hacía reír a nadie”. Contra todos sus pronósticos, la historieta permanece muchos años en Le Nouvel… y obtiene el premio Humor Negro en 1966. Por allí desfilan sus personajes recurrentes: la Mujer Sentada, la hija, los pollos y otros especímenes de formas variables. Se impone su estilo absurdo y desganado, de una sutil ironía, plagado de silencios incómodos y frases aún más incómodas, que le serviría de magnífico ensayo para lo que más tarde desarrollaría en teatro. Muchas interpretaciones se han tejido alrededor de las peculiares relaciones que mantienen sus personajes, pero todas, o la gran mayoría, le son ajenas a su autor. “La mujer sentada es la estabilidad y, en última instancia, el Poder –confiesa Copi, finalmente-; el pollo es más débil porque no tiene silla, si tuviera una silla sería igual que la mujer. Pero cuando dibujo nunca pienso en todo eso. Sale así nomás”. Gracias a la notable repercusión que gana en Francia y a la edición de su primer libro, la historieta comienza a publicarse en varios países (España, Italia, Estados Unidos, Dinamarca). “Si la hiciera originalmente para cada uno de esos países, no sé si sería así –dice, sorprendido-. En Buenos Aires hubiera hecho algo completamente distinto; la mujer sentada únicamente puede convenir en un país donde el kilo de tomates hace ocho meses que vale lo mismo, a un país que tiene edificios viejos de tres o cuatro siglos”.

Los pollos no tienen sillas, editada por el mítico sello Jorge Álvarez a fines de los ’60 fue durante muchos años la única recopilación en libro de las historietas de Copi para Le Nouvel… (también se publican algunas en la actual etapa de la revista Fierro). En Francia, De Square y Glénat, entre otras, recopilan su obra completa, mientras que en España, en el ‘82, Nueva Frontera publica Mamá, ¿por qué yo no tengo banana? y Anagrama hace lo propio con  Las Viejas Putas. Más cerca en el tiempo, Horacio Tarcus reúne en libro aquellas primeras ilustraciones que Copi realizara para Resistencia Popular.

Las décadas del ’70 y ’80 ven su producción volcada definitivamente a la literatura y el teatro, donde obtiene sus mayores éxitos. De entre sus obras se destacan Cachafaz (1981), El homosexual o la dificultad para expresarse (1971) y la polémica Eva Perón (1970) –junto al grupo Tse-, que le abre el grifo a una catarata de críticas feroces provenientes del público y el periodismo argentino. Su obra literaria se constituye de las novelas El baile de las locas, Las viejas travestis, El uruguayo, La vida es un tango, Virginia Woolf ataca de nuevo y La internacional argentina. A excepción de La vida… Copi escribe todos sus libros en francés, y en nuestro país se conocen sólo a través de las traducciones españolas.

Este prolongado desdén por su obra no se debe sólo a su carácter rupturista y confrontativo, sino también –y sobre todo- a su extravagante personalidad. Furibundo militante por los derechos de los homosexuales, que realiza a través del movimiento libertario LGBT, Copi se vuelve un fiel exponente del espíritu que marcó los finales de la década del ’60. “Yo soy tan vanguardista que me tomó el SIDA primero que nadie” contó. Y así fue: en 1987, a la prematura edad de 48 años, Copi fallece mientras preparaba, paradójicamente, una obra en la que el protagonista muere de SIDA en un hospital. Deliciosa y representativa de la esencia de Copi es una anécdota que cuenta su amigo Raúl Escari acerca de sus últimos momentos. Mientras agoniza en la cama de la clínica, Escari y la madre de Copi preparan unos porros y le ofrecen uno para fumar. A pesar de su inmovilidad y de su estado casi comatoso, ambos ven cómo la punta del cigarrillo en la boca de Copi se pone colorada. Todo esto mientras su hermano, Damonte Taborda, trata de chamuyarse a la enfermera. “Era una pieza de Copi –dice Escare-. Mientras él se estaba muriendo, la enfermera se trataba de levantar al hermano y todo fumábamos marihuana y tomábamos whisky”.

Cuando todavía le quedaba por regalarnos mucho más de su absurdo, de sus diálogos filosos e imprevisibles, de la extraña ternura de sus personajes, el maldito virus se llevó a uno de los autores más originales de la cultura argentina. Ahora que finalmente sus historietas se están reeditando en nuestro país (de la mano del sello El Cuenco de Plata, que ya lleva tres libros publicados en menos de 18 meses), es un gran momento para encarar la lectura de sus obras sin prejuicios y con el espíritu predispuesto a divertirse y asombrarse. Es la mejor manera de homenajearlo.