Nathalie Granger - La mujer del Ganges 04 Abr 2014

La mujer que construyó a partir de su vida una enorme obra literaria

Tiempo Argentino | Natalia Páez

Además de su escritura, lo autobiográfico constituyó uno de los grandes atractivos de su literatura y de sus películas. A los 4 años perdió a su padre y convivió con una madre desquiciada. Hasta los 18 años vivió en Vietnam.

 

 Su escritura nació allí, entre los arrozales y la selva; en medio de una gran soledad. Sus historias tienen las huellas de aquella nena delgada –más vietnamita que francesa- siempre descalza, sin horarios ni modales, que se sentaba a contemplar el crepúsculo sobre el río Mekon, la cara bronceada por el sol. Esa infancia con un padre muerto cuando ella tenía cuatro años y con una madre desquiciada con la que tuvo una relación lacerante. Una infancia que se prolongó hasta su muerte a los 81 años en París. Marguerite Duras escritora, dramaturga y cineasta había nacido un 4 de abril de 1914 en Gia Dinh, una aldea ubicada a pocos kilómetros de Saigón. Vivió hasta los 18 años en la que hoy es Vietnam y entonces Indochina, colonia francesa. 

Allí está el entorno de sus películas, de sus libros, de sus obras de teatro. Los elementos biográficos en toda su obra se presentan en un juego sobre el que luego se ha especulado largamente. ¿Fue iniciada sexualmente a los 15 años por un amante chino? Aquel con cuya historia –El amante– se convirtió en una escritora de fama mundial en 1984 y con la cual ganó el máximo premio de la literatura francesa, el Goncourt. El primer elemento biográfico que ella se encarga de desdibujar está en su apellido, al que cambia apenas comenzada su carrera literaria. Marguerite Donnadieu sería Duras, nombre tomado del de una casa de campo de la que había disfrutado en la campiña francesa. A los 28, después de abandonar sus estudios de derecho, matemática y ciencias políticas, y luego de participar en la resistencia contra el nazismo, Marguerite publica su primera novela, Los imprudentes. Pero es recién con la tercera, Un dique contra el Pacífico, escrita en 1952, que obtiene cierta repercusión. En aquella historia también estaba su vida. "Éramos muy pobres y mi madre tan obstinada que no quiso hacer más que su voluntad. Viuda, compró un terreno, un arrozal imposible de cultivar, que además inundó el Pacífico, pero en el cual trabajó, en vano, durante veinte años. Cuando el dique para contener el mar se derrumbó, ella no se repuso más, en cierto modo perdió la razón", cuenta Duras en el libro La pasión suspendida, que edita Paidós, con traducción de César Aira.

En la década de 1960 aparecen dos de sus novelas en las que su estilo se volverá reconocible. "Frases breves, elípticas y lacónicas a la vez, la importancia de los espacios en blanco, los contenidos sentenciosos y las anécdotas reducidas a dos o tres sucesos que retornan permanentemente con cierta estructura de motivo musical que se recupera siguiendo variaciones en el desarrollo del libro", analiza Silvio Mattoni en el prólogo de La pasión… El arrebato de Lol V. Stein (1964) y El vicecónsul (1966), explica, son dos ejemplos de esa marca que Duras desarrolla extensamente a partir de allí. No solo en libros sino también en obras de teatro y cine. Respecto de este último dijo alguna vez: "Hago películas para ocupar mi tiempo. Si tuviera la fuerza de no hacer nada, no haría nada. Es porque no tengo la fuerza de no ocuparme de nada que hago películas. Por ninguna otra razón. Eso es lo más auténtico de todo mi trabajo." Entre las que escribió y dirigió se encuentra India Song (cuyo libro se consigue en Argentina editado por El cuenco de plata). El guión reescrito fue publicado como libro en 1973. Un libro inclasificable en cuanto al género porque al mismo tiempo reproduce los diálogos de la película y versiona lo que se había mostrado en imágenes mediante un nuevo relato. Pero ¿cómo llegó a dirigir? Su primera película fue La música, en 1966. Ella expresó que quería hacer del suyo "un cine nuevo". "Quería transmitir el silencio. Un silencio vivo, rico. Como algo que se pudiera oír", dijo.

En 1984 aparece El amante (Tusquets). Luego aparecería su versión o variación en El amante de la China del Norte (1991). Cinco años después muere de cáncer de garganta y ese mismo año, 1995, deja el libro Es todo.

Había escrito más de 20 novelas, un puñado de obras de teatro, y filmado más de quince películas. 

De su infancia recordaba: "Los primeros años de mi vida, los veo entre los claros de la selva, el olor de la lluvia, del jazmín, de la carne. A los niños nos parecía como si esas tardes inacabables en Indochina contuvieran un desafío a la naturaleza asfixiante que nos rodeaba. Una impresión de prohibición y de misterio pesaba sobre la selva. Esa hora de la siesta nos gustaba tanto a mis dos hermanos y a mí que nos aventurábamos, desenredándonos de las lianas y las orquídeas, arriesgándonos a cada momento a caer sobre una serpiente o, no sé, un tigre."

Lo autobiográfico, tan presente en su obra, ¿hasta qué punto le importaba?, le pregunta su entrevistadora, la italiana Leopoldina Pallotta della Torre. Y ella contesta: "El esbozo de una historia que se escribe siempre está en los otros, en la gente que uno conoce, que ama, que espía. Es estúpido pensar, como piensan ciertos escritores, aun los grandes, que se está solo en el mundo." 

También dijo que escribía para exorcizar sus fantasmas, sostenía el alcance terapéutico de la escritura: "De niña, siempre tenía miedo de contaminarme de lepra. Solo después, escribiendo sobre ella, sobre la lera, en alguna parte, la lepra dejó de atemorizarme. Escribo para vulgarizarme, para masacrarme, y después para quitarme importancia, para aligerarme: que el texto tome mi lugar, de modo que yo exista menos. No logro liberarme de mí sino en dos casos: por la idea del suicidio y por la de escribir."

En 1939 se casó con Robert Antelme. Tuvo un hijo que murió prematuramente en 1942. Ese mismo año Duras conoció a Dionys Mascolo que se convirtió en su amante y con quien tuvo otro hijo, Jean Mascolo. Durante la Segunda Guerra Mundial participó en la Resistencia francesa. Su grupo cayó tras una emboscada, pero Marguerite logró escapar ayudada por Francois Mitterrand. Su marido Antelme fue apresado y enviado al campo de concentración alemán de Dachau en junio del 44.

En 1945, Robert Antelme regresó enfermo de Dachau, ella lo cuidó a pesar de querer divorciarse. Esto lo relata en el libro El dolor (La douleur). Militó en el partido comunista, del que fue expulsada en 1955.

Sobre la historia que cuenta en El amante, sobre su amante chino, rico, había dicho que fue una de las historias más importantes de su vida. "Esa historia dejó atrás todas las otras, todos los amores declarados, codificados. En el intento de nombrarla, sacándola de su oscuridad original y sagrada, el lenguaje mata toda pasión, la circunscribe, la disminuye. Pero cuando el amor no se dice tiene la fuerza del cuerpo, la fuerza ciega e intacta del goce: queda la milagrosa aparición de los amantes nimbados de sombra."  «

 

Silvio Mattoni, traductor de Duras

Silvio Mattoni (Córdoba, 1969) tradujo entre otros los libros India Song, Las conversadoras, El navío Night, Aurelia Steiner. La obra de teatro El cine Edén y los guiones de las películas Nathalie Granger y La mujer del Ganges. En cierto modo, dice, no eligió traducir a Marguerite Duras, porque la heredó de su madre. "Siempre fue lectora de sus libros y casi toda su obra estaba en la biblioteca familiar", explica. En cuanto aprendió francés le empezaron a solicitar que tradujera algún texto breve y después vinieron los libros. 

Prologa entre otros el libro La pasión suspendida, entrevistas con Leopoldina Pallota della Torre, que Paidós lanzó para este aniversario de su nacimiento, donde la entrevistadora indaga todos los aspectos de la biografía de Durás  sin amedrentarse a la hora de escudriñar y aclarar los grados de ficción y veracidad autobiográfica que componen ciertas novelas. 

–¿Qué podría decir del trabajo que le tocó hacer con Marguerite Duras? ¿A qué desafíos lo enfrentó su escritura, como traductor?

–Con Duras tuve una relación en principio compleja, porque no elegí traducirla, aunque después fui volviéndome adepto a su mundo particular y a sus frases. Tiene un estilo que juega con la intensidad de las pasiones sin volverse nunca barroco, más bien todo lo contrario, cada frase debe resonar en los blancos que siguen. Incluso creo que hasta sus novelas se enraízan en el silencio o los momentos tácitos de los diálogos teatrales. Los parlamentos de teatro y de cine están entre sus puntos más altos de escritura. El desafío de traducirla fue y sigue siendo tratar de mantener esa resonancia intensa en pocas palabras, con un ritmo no evidente pero constante y que percute y atrapa el oído del lector. 

–Después de traducirla, de prologarla, ¿Qué aristas de su literatura cree que la volvieron masiva, reconocible, recién en los ochenta? 

–Eso sería una cuestión de mercado, supongo que todo es culpa del cine, desde la vanguardia de sus películas y su relación con la nouvelle vague, hasta los bodrios como el film mainstream sobre El amante, que no es para nada su mejor novela, en mi opinión. Así que mundialmente, en Francia al principio, todo comienza por ahí, premios e industria cultural. Pero creo que la intensidad del apego de sus lectores no se debe a la masividad, y que incluso aquí entre nosotros se vincula mucho con su relación con Lacan. Los psicoanalistas lacanianos leen a Duras como una clave del deseo o algo similar en base a ciertas alusiones enigmáticas pero constantes de Lacan a relatos suyos. 

–¿Influye en lo que luego fue "el fenómeno Duras”, el hecho de que se asimile su vida a su obra, el hecho de haber convertido su propia vida en materia de ficción literaria?

–En todo escritor, creo, la vida puede ser un material para la obra, y en muchos casos el único posible. Lo cual genera la fascinación de los lectores, que suman a sus identificaciones parciales con los personajes, donde leen la vida en miniatura y sobre todo su muerte anticipada, la imaginaria relación con la voz personal de alguien intensamente vivo. Lo curioso es que ese fenómeno de fetichismo por las vidas de autores crece con la muerte del autor en cuestión. Y en Francia hay una larga tradición de tales fenómenos, como el marcelismo de los lectores de Proust. Es interesante cómo Duras juega con la ambivalencia de tales referencias vitales, a tal punto que en las entrevistas nunca se llega a saber muy bien qué partes de su infancia habría en sus narraciones y otros textos. 

–Su concepción del deseo como algo "ajeno al lenguaje" es un eje que atraviesa su acto creativo, como ella misma afirma en su libro de entrevistas con Leopoldina Pallota della Torre (La pasión suspendida, Paidós) ¿podrías ampliarnos este concepto desde algún aspecto de su obra?

–En particular, hay un texto extraño que se llama El navío Night, donde dos personas que se hablan por teléfono durante varias noches, meses enteros, se enamoran sin conocerse, o más bien se desean. Todo el texto tiene exclusivamente palabras, diálogos, no hay relato propiamente, pero el deseo aparece como esa fuerza de las voces que se fascinan mutuamente y que atraviesan clases, sexos, lugares distantes. Ajeno al lenguaje entonces, el deseo, pero sólo para intensificar las palabras hasta llenarlas de algo inaudito, huellas vivas, trazos vitales, rasgos efímeros de la vida que pasa. 

-Aquí se consiguen sus libros menos conocidos como India Song que no está editado en otro país fuera de Francia, además del nuestro. Algunos son también longsellers. ¿Es Argentina un país durasfílico? 

–Creo que sí, en Argentina Marguerite Duras se lee mucho. No sé qué pasará en otros países. Yo se lo atribuyo a la misma misteriosa razón por la que se atiende tanto al psicoanálisis francés, o por la cual, más bien, los psicoanalistas argentinos francófilos atienden a tanta gente.