El objeto a de Lacan 10 May 2013
Revista Ñ | Eva Tabakián
En su libro nuevo, Guy Le Gaufey se refiere al “objeto a”, un concepto que habla del milagro, la reliquia, el punto de fuga para explicar este punto clave de la teoría lacaniana.
Guy Le Gaufey es psicoanalista y su último libro aborda un tema lacaniano por excelencia, “el objeto a”, en palabras del mismo Lacan, su única invención. En El objeto a de Lacan (El cuenco de plata), Le Gaufey hace un recorrido por temas como el milagro, la reliquia, el punto de fuga, el papel moneda o la variable, para afirmar que son elementos que le permiten acercarse a “este vacío activo que Lacan instaló en el campo freudiano”: “objeto a” que es el correlato del sujeto lacaniano, un sujeto que juega su partida ligado al significante. Se trata de un seminario dictado en 1996: “Aquel año, me había parecido urgente no sólo reconstituir con precisión el recorrido que permitió a Lacan plantear –entre 1959 y 1963– un objeto totalmente distinto del que había fundado desde el estadio del espejo, sino también apelar a otros saberes diferentes del psicoanalítico para aclarar la consistencia muy especial de este ‘objeto a’”, escribió Le Gaufey.
-¿Cómo se podría definir “el objeto a” para quienes no están al tanto de la teoría lacaniana?
-Del mismo modo en que se podría definir la raíz cuadrada “para personas que no están al tanto de la teoría matemática. Sólo se podría si estas “personas” aceptan introducirse en un mínimo de referencias y coordenadas de dicha disciplina. Pero fuera de esto, el sentido común tiende a reducir la invención de Lacan a la de un concepto en el cual se agrupan o convocan un cierto número de fenómenos heterogéneos, entre los cuales pueden nombrarse el objeto pulsional, el objeto parcial, incluso el agalma (objeto mágico, apropiado para situar lo deseable en su naturaleza de comercio y de lenguaje). Para dar un ejemplo de esta modalidad, podemos observar que cuando se trata de lo “pulsional”, los clínicos, inmediatamente, se precipitan a considerar que el seno, el excremento, la mirada y la voz merecen el nombre de “objetos a”. Esto no estaría del todo mal, teniendo en cuenta su parentesco con los objetos parciales, si no implicara que deja a un lado un elemento fundamental que Lacan le ha conferido a su invención: su profunda negatividad. Para mostrar esta modalidad del “objeto a”, alude directamente a la referencia kantiana que se encuentra en el cuarto tipo de la nada que Kant localiza en el centro de la Crítica de la razón pura , cuando se intenta precisar lo que podría ser el “nihil negativum” (nihilismo absoluto). Según Lacan, “el objeto a” pertenece a este tipo de negatividad. Si consideramos el seno como “objeto a”, no se trata del seno como objeto de satisfacción o de frustración, sino de esto: que podría faltar, que podría no estar en su lugar (tal como lo prueba una mirada aún superficial a un hombre), y de este modo se puede presentir su contingencia, o sea la posibilidad de que no esté. Una especie que pertenece al conjunto de los objetos del mundo y un corte que lo haría caer en la desaparición de una inexistencia.
-Es muy interesante en su libro la relación que usted hace del “objeto a” con el cero, con el punto de fuga de Brunelleschi y con el papel moneda. ¿Podría comentarnos esa relación?
-Estos tres objetos –el cero en la aritmética, el punto de fuga en la perspectiva, y la invención del papel moneda al inicio del siglo XVIII– los encontré en el libro de Brian Rothman, Signifying nothing . En esta pequeña obra, Rothman reúne estos muy diferentes objetos que, por otro lado, son tres figuras de un elemento que el estructuralismo ha aislado perfectamente. Se trata siempre, en los tres casos de un elemento dotado, desde el comienzo de un doble valor; no es solamente el núcleo organizador del sistema en el que se inscribe, es además, un elemento de ese sistema: cero es un valor entero, el punto de fuga es un punto en el cuadro y el papel moneda fue sustituyendo al oro para medir el valor de las mercancías. Pero la introducción de este elemento que viene de cierta manera a agregarse a los otros, trastorna sin embargo el orden anterior develando una característica hasta aquí no vista de cada uno de los otros elementos y que se puede enunciar para los tres órdenes, el de los números, de la pintura y la moneda. Esta invención fue en primer lugar la de los matemáticos, sobre todo el matemático alemán David Hilbert quien afinó la técnica de los “elementos ideales” cuyo añadido permite, precisamente, mejorar conjuntos de números dándoles estructuras de orden más fuertes. Pienso que la introducción del “objeto a” por parte de Lacan tiene las mismas ambiciones (aunque quede en suspenso saber si lo logró o no).
-Usted se refiere a la introducción del “objeto a” en el marco de la ambición lacaniana de formular una nueva Estética Trascendental o al menos como voluntad de molestar la kantiana. ¿Nos puede explicitar en qué molestaría el “objeto a” a la Estética trascendental?
-Como dije anteriormente, el “objeto a” tiene una cierta y curiosa raíz kantiana que apunta al nihil negativum. Pero el esfuerzo de Lacan que quiere señalar la diferencia del freudismo respecto del pensamiento kantiano, que fue y es tan común en el medio cultural y médico, se dirige al ámbito de la cuestión del sujeto que corresponde al “objeto a”. El sujeto lacaniano, dividido por su representación por un significante para otro significante, es totalmente ajeno al sujeto kantiano, un sujeto que permite concebir que el objeto (científico) puede ser construido, y que por eso tiene un valor indudable de agente. Que el sujeto no sea un agente, ni del saber ni de sus actos, sino un producto de ellos, es necesariamente alejarse del modo de pensamiento kantiano. Algo bastante difícil porque va en contra del sentido común, y de la coherencia tan fuerte de este sujeto tal como se lo concibe en la obra del filósofo de Königsberg.
-Cuando hace una localización histórica de los orígenes del “objeto a” en la tradición filosófica, podemos inferir que con su introducción el discurso psicoanalítico se desliza también hacia un discurso más filosófico.
-De ninguna manera. No soy filósofo, nunca estudié filosofía (historia sí, y semiótica también), y si me gusta leer a ciertos filósofos es en tanto me ayudan a pensar las preguntas que me plantea la clínica analítica en tanto que difiere de la práctica analítica.
-¿Cómo diferencia clínica y práctica analítica?
-Hago aquí una distinción fuerte entre dos cosas muy cercanas: lo que se puede llamar “clínica analítica” y “práctica analítica”. Como cualquier “clínica”, la nuestra es una mezcla de saber más o menos teórico y de savoir-faire, de destreza. La práctica, en cambio, es algo más amplio que incluye, no sólo al analista como elemento de la transferencia sino también el hecho de que, en el movimiento mismo de la transferencia, este analista ya no está en la postura del “clínico”. Hay algo que excede a la clínica, y que permite ubicar mejor la tarea analítica, la que corresponde al juego propuesto con la “regla fundamental” de la asociación libre. Si se sigue rigurosamente esta regla del juego, el analista debe contentarse con lo que ocurre en la sesión, vaya o no vaya en el sentido de la clínica que se ha propuesto.
-Y entonces, ¿cómo habría que redefinir la clínica a partir de la introducción del “objeto a”?
-El “objeto a” no sirve tanto para “redefinir” una clínica analítica. Sirve para designar lo que, en la práctica analítica, supera la clínica, lo que hace que la transferencia no se reduzca a un dato clínico e implica al analista de una manera tal que él o ella formen parte el síntoma, e intenta tomar en cuenta ese hecho mismo. Podemos ir más lejos y decir que la invención de este objeto por Lacan permite hoy deshacerse de la reducción del saber analítico a una psicopatología, y tal vez ayuda a respetar mejor la singularidad de un sujeto, más allá de los rasgos que lo caracterizan clínicamente.