La sombra de tu perro 30 Ene 2005

Amar como amo

La Nación | Juan de Olaso

 

En febrero de 1919, un hombre de la alta burguesía vienesa acude al consultorio de Freud en busca de ayuda. En realidad, está bastante inquieto por su hija, una muchacha de diecinueve años que en los últimos tiempos ha estado coqueteando con una dama de dudosa reputación. El hombre le comenta a Freud que unos meses atrás, después de haberse encontrado a plena luz del día con las dos mujeres tomadas de la mano, su hija terminó arrojándose por encima de un muro a las vías del ferrocarril.

El pedido es claro, elocuente: que el doctor haga algo por la joven, que la haga entrar en razones, que la encarrile, que la vuelva a la "normalidad". El tratamiento durará unos meses e inspirará a Freud para escribir "Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina" (1920), en una época de su obra en la que comienza a interrogarse más detenidamente por la sexualidad en la mujer.

Por lo general, se ha tenido noticia del destino de los casos de la clínica freudiana, sobre todo de los más famosos, como el pequeño Hans, Dora, el "hombre de los lobos" o el "hombre de las ratas". No había quedado rastro alguno de la llamada "joven homosexual". Hasta que hace unos años la ya no tan joven -sumaba noventa y seis- les relató su vida a dos periodistas vienesas, Ines Rieder y Diana Voigt, en una serie de entrevistas que darían lugar a esta novela biográfica. Allí acordaron que "Sidonie Csillag" sería el seudónimo de esta mujer que había nacido en Lemberg en 1900 y murió en Viena en 1999.

El libro, publicado originariamente en alemán en el año 2000, es presentado como el relato de la vida de una lesbiana a lo largo de todo el siglo XX. Nos enteramos allí de que la cocotte que encandilaba a la paciente de Freud era la baronesa Leonie von Puttkamer, una mujer famosa en la época por ser descendiente de la antigua nobleza prusiana y por sus peculiares inclinaciones. Implicada en diversos escándalos, Leonie llegará incluso a conocer la cárcel cuando su marido -el presidente de la Cámara Agrícola de Austria- la acuse oportunamente de intento de envenenamiento. Esta mujer se ha transformado en objeto de obsesión y devoción para Sidonie. Todo lo demás está en un segundo plano.

Lo que sigue es el capítulo "Berggasse 19" (la dirección del consultorio de Freud), donde se reconstruye el análisis que la joven prometió cumplir con el único fin de que el padre la dejara en paz. Si bien parece un tanto desconcertada con algunas interpretaciones de tinte edípico, Sidi asiste rigurosamente a las cinco sesiones semanales -¡otras épocas!-, siempre a la hora de la siesta. De todas formas, la cosa no marcha, Freud advierte una clara "resistencia" y, por eso, después de las vacaciones de verano le propone a la muchacha interrumpir el tratamiento. No habrá sido éste, desde luego, un caso paradigmático de curación.

Cabe recordar que, en la publicación de ese análisis (¿fue un análisis?), Freud postula la existencia de sueños "engañosos": la paciente trae sueños en los que se casa, tiene hijos, es fiel, etcétera; es decir, relatos que parecen satisfacer la demanda de normalización que su entorno solicita. "¡Conque también el inconsciente puede mentir...!", escribe alarmado, en un pasaje célebre, el inventor del psicoanálisis.

Años más tarde, en 1930, en un acto exento de pasiones, Sidonie se casa con un compañero de equitación, pero apenas unos años más tarde conoce a la mujer que acaso fue su único verdadero amor, Wjera Fechheimer ("No pasa un solo día en que no piense en ella", dirá a sus entrevistadoras). Después, el nazismo y la necesidad de emigrar. Asiste en esos días a ciertas humillaciones impuestas a los judíos y, en calidad de tal y antes de que sea tarde, gestiona una visa para Cuba, donde pasa casi diez años hasta volver a Europa.

La vida transcurrirá entre amigas, amores y perros. Estos últimos -que suelen acompañar a los humanos en las fotos del libro- van alcanzando un protagonismo insospechado a lo largo del tiempo. Ya de vuelta en Viena, la propia relación con Wjera aparece cada vez más obstaculizada por la presencia de un tercero: Petzi, el entrañable perro cubano. Harta de los cortocircuitos, Wjera conmina a Sidonie a elegir: "O Petzi o yo". El elegido es el primero.

En sus últimos días, Sidonie Csillag no guarda un recuerdo maravilloso del profesor Freud, pero tampoco olvida sus palabras.

La sombra de tu perro reúne dos ensayos del psicoanalista francés Jean Allouch a propósito de la edición de la biografía que comentamos. En el primero de ellos, "Homosexualidad femenina y psicoanálisis: el paso en falso corregido por Lacan", el autor subraya que Freud, en la misma época en que atiende a la "joven homosexual", se está preguntando por la homosexualidad de otra joven, su hija Anna. Allouch marca aquí un contrapunto entre la posición del padre de S. C., indignado con las inclinaciones eróticas de su hija, y la posición de Freud, aparentemente complaciente con las de la suya.

Pero el punto central es el análisis de las lecturas de Lacan -en 1957 y en 1963- sobre el caso freudiano, lecturas críticas que han contribuido notablemente a extraer enseñanzas clínicas. El acento está puesto aquí, básicamente, en la posición de Freud, que lo lleva, por un lado, a no cuestionar la demanda inicial del padre de la joven y, por otro, a precipitar el fin del tratamiento después de un enredo transferencial.

En el otro ensayo, "Amar como amo. Sobre la enseñanza de alias Sidonie Csillag", el autor presenta a la mujer en cuestión como un amo: un amo de sus sueños, de su nombre, de su padre, de Freud, de sus amores, de su sexualidad, de sus perros. La crítica se dirige más bien a Lacan, quien, además de no haber advertido la lección de amor que ofrecía la dama, habría cometido un forzamiento en la lectura del caso al calificar de "pasaje al acto" el antes citado intento de suicidio. Interesante y discutible.

Allouch es un autor proclive a formulaciones fuertes, polémicas, provocativas. Y siempre deja en el camino observaciones que hacen pensar, como cuando postula que es la voz y no la mirada -como sostenía Lacan- el objeto pulsional que está en juego en las escenas de la joven homosexual.

Hay una frase que quedaría flotando toda la vida en la memoria de Sidonie Csillag: "Usted tiene unos ojos tan inteligentes? No quisiera encontrármela en la vida en calidad de enemigo". Es la frase que le dijo Freud al despedirse en Berggasse 19.