Nietzsche y el espíritu latino 09 Nov 2004

Pocos autores tuvieron tan mala fortuna póstuma como Nietzsche

La Voz del interior | Mariano Serrichio

Entrevista con el autor

 

Las ideas del filósofo alemán Friedrich Nietzsche tienen la rara fortuna de haber interrogado el siglo 20. Su obra es una cantera de una riqueza incalculable, que ha dado pie a interpretaciones contradictorias y malentendidos memorables, como la utilización que hizo de su pensamiento el nazismo.

 Recién a partir de la década del '70, la manía interpretativa de sus textos, que en ocasiones sirvió para hacerle decir cualquier cosa, cedió frente a lecturas que pusieron en práctica sus intuiciones fundamentales, como la desestructuración del sujeto de Gilles Deleuze o la discontinuidad de la historia de Michel Foucault.

 La complejidad de la obra nietzscheana ha permitido responder a exigencias diversas en épocas diversas", así sintetiza esta experiencia Giuliano Campioni, un apasionado lector de la obra nietzscheana. Hace poco se publicó un libro de su autoría en la Argentina, Nietzsche y el espíritu latino (en la editorial porteña El cuenco de Plata), que recupera en su rica ebullición el caldo de ideas del siglo XIX, que fue la base de discusión de la que partió Nietzsche. Un libro que muestra, contra la imagen del autor de Más allá del bien y del mal como metafísico alemán, la importancia de los escritores franceses y del mundo latino para su pensamiento.

 Malentendidos

 –El hecho de que Nietzsche y sus conceptos centrales se hayan popularizado tanto, ¿dificulta la comprensión fina de su pensamiento?

–Pocos autores tuvieron tan mala fortuna póstuma, al punto de devenir una leyenda, que evoca una vida heroica o maldita, entre la tristeza y la locura. Los acontecimientos de la vida de Nietzsche a los que debe estar atento un biógrafo intelectual son sus obras. La leyenda hizo popular unas cuantas palabras-clave con una interpretación tendenciosa: "superhombre", como si estuviera hablando de una raza superior, "voluntad de poder", como  si se tratara de una voluntad imperialista, etcétera. Por ejemplo, hay una expresión que aparece a menudo en sus obras, que es "la bestia rubia" y que parece hablar de la raza aria. Pero investigando se ve que Nietzsche lo había tomado de Hyppolite Taine, quien estaba hablando del hombre del Renacimiento, y esto hace visible un sentido del todo diferente...

 –¿A qué se debe la popularidad de su nombre y de sus ideas?

 –La complejidad de la obra nietzscheana ha permitido responder a exigencias diversas en épocas diversas. Esto es interesante, pero a su vez da laimpresión de que sobre Nietzsche se puede decir todo y lo contrario de todo.

Especialmente, da que hablar el material póstumo, compilado normalmente como La voluntad de poder: es un material muy interesante, pero esencialmente experimental y que apunta en varias direcciones. Se trata de un laboratorio, de un diario de ideas, al que Nietzsche no tuvo tiempo de dar una forma definitiva, como en cambio sí hizo con las obras que publicó. No puede tomarse un conjunto cualquiera de estos fragmentos y presentarlo como obra suya, como se ha hecho: hay allí citas de autores como Tolstoi o Baudelaire que las ediciones comunes no las identifican como tales y las hacen pasar como textos de Nietzsche.

Contra alemanes

 –El objetivo de derribar la imagen de un Nietzsche germanista, mostrando las ricas influencias de la cultura francesa y del mundo latino en su pensamiento, ¿sugiere que la asociación con el germanismo es fuerte todavía?

 –Sí, prevalece todavía una versión simplificada de la contraposición entre el espíritu francés de la claridad y la agudeza, representado por Descartes, y el espíritu germánico, metafísico, con una concepción totalizante de la realidad, que en el caso de Nietzsche estaría representado por la metafísica de la voluntad de poder, sobre la que tanto se ha escrito. Pero esto no corresponde a la voluntad de Nietzsche. El primer Nietzsche, el de El nacimiento de la tragedia, tan próximo a Wagner, es quien apoyaba el renacer de la cultura alemana enfocándola a través del desarrollo de la cultura griega, pero pronto rompió con Wagner y, a partir de entonces, se sirvió de los escritores franceses, por su interés creciente en la psicología y para atacar el nebuloso idealismo de los alemanes.

 –¿Cuáles son las fuentes de mayor influencia en esta germanización del pensamiento de Nietzsche?

 –Existe una gran hipoteca sobre la lectura de Nietzsche, debida a Heidegger, cuya lectura es germanista. Su visión de la metafísica como "abandono del ser" presupone, no un acercamiento de Nietzsche a la cultura francesa, sino una germanización de Descartes, por decirlo de algún modo. Por otra parte, para Heidegger, como para muchos contemporáneos de Nietzsche, existe una relación privilegiada y directa entre Grecia y Alemania. Como filólogo, Nietzsche tenía un interés marcado por la cultura griega, pero también por el mundo latino, que para Heidegger era un mundo despotenciado. Nietzsche valoraba a los poetas latinos como Horacio, Ovidio, Cátulo, porque dieron una nueva forma al mundo antiguo, con el cual establecieron una relación agonística. Algo sumamente importante para Nietzsche, quien pensaba que la recuperación del origen es un mito, en radical oposición a Heidegger.

En busca del hombre nuevo

 –¿Qué encontró Nietzsche en los escritores franceses?

 –Encontró refinados análisis psicológicos, por ejemplo, en los novelistas, que son desconocidos para el alemán, quien vive inmerso en el "idealismo" que Nietzsche criticaba. El diálogo más fecundo de Nietzsche no es tanto con los viejos moralistas franceses, sino con los franceses contemporáneos. Baudelaire, los hermanos Goncourt, los autores decadentistas en los que Nietzsche vio el "caldo de cultivo" de un hombre nuevo, pero también los psicólogos, aquellos que practicaban la vivisección del alma y las pasiones humanas, como Stendhal, Taine o Paul Bourget.

 –En su libro, usted recoge observaciones curiosas de algunos autores franceses que opinaron sobre Nietzsche sin saber que habían sido leídos y citados por él...

 –Paul Bourget es un ejemplo paradigmático. Era un escritor de moda, un autor de novelas psicológicas y de ensayos, al modo de Stendhal, y fue muy leído por Nietzsche, quien lo apreciaba como analista, como psicólogo. Bourget había realizado el análisis psicológico y fisiológico de la decadencia, particularmente fascinado por individualidades como Baudelaire, pero en su edad madura cambió de posición y se volvió un tradicionalista militante, convirtiéndose en novelista moral. Lo interesante es que Bourget, cuando publicó la segunda edición de sus Ensayos de psicología contemporánea, ubicó a Nietzsche entre los grandes metafísicos alemanes, como Schelling o Schopenhauer, en coincidencia con su propia vuelta al tradicionalismo.  Lo puso en el lugar del que Nietzsche quería escapar.

–Su libro parece un fresco de las ideas del siglo XIX, similar al que hizo Walter Benjamin sobre Baudelaire...

–Benjamin tenía una enorme capacidad para captar una constelación de discursos y Baudelaire avizoró algunos temas de Nietzsche. La cuestión de Baudelaire es la de la gran ciudad, que Nietzsche experimenta del mismo modo: no siente la exigencia de alejarse de las grandes ciudades para retornar a la naturaleza, como Wagner, sino que pensaba que es preciso atravesar la gran ciudad, la modernización. El mono de Zaratustra decía que había que alejarse de las grandes ciudades, porque son un pantano, una ciénaga, pero el mono no es Zaratustra sino su imitador.