Libertad política y Estado 30 Dic 2010

La vanguardia en versión del siglo XVII

Revista Ñ | Pablo Rodríguez

Maestro de Leibniz y de Spinoza, Van den Enden fue uno de los autores de la “Ilustración radical”. La edición de “Libertad política y Estado”, de 1665, rescata sus ideas transgresoras.

 

Franciscus Van den Enden nació en Amberes (Bélgica actual) en 1602. El primer hito de su biografía es su expulsión de un colegio teológico jesuita de Lovaina porque, según dicen, fue descubiertoin fraganti con la mujer de un oficial de caballería. Viajó por Europa durante una década en la que se le pierde el rastro, luego se casó y regenteó una galería de arte hasta caer en la bancarrota, y a sus 50 años comenzó una larga actividad como profesor de latín. El agitado ambiente político de los Países Bajos a mediados del siglo XVII le permitió incursionar en política, pero a su modo, esto es, dando consejos como los de la carta a Jan De Witt (el máximo líder holandés de entonces), donde proponía la venta de un arma naval para uso del ejército holandés en la guerra contra Inglaterra. De él se comenzó a decir, como de tantos en la historia, que corrompía a la sociedad, lo que lo obligó a exiliarse en París, donde llegó a regentear una suerte de escuela-pensión en la que llegó a residir el mismo Leibniz, quien lo cita en su Monadología . Allí morirá en 1674 en la horca, frente a la Bastilla, acusado de conspirar para matar al rey Luis XIV. Más allá de si la acusación tenía pruebas, no carecía de asidero, pues Van den Enden escribió: “La dominación y la tiranía sólo pueden ser remediadas mediante su destrucción total”. Así se puede leer en Libertad política y Estado, o Proposiciones políticas y consideraciones de Estado , escritas en 1665, publicado en castellano por El Cuenco de Plata y traducido y prologado con sutileza por Leandro García Ponzo.

La aventura vital e intelectual de Van den Enden –que quiere decir “desde el fin” o “desde un sitio muy lejano”– cobró relevancia en los últimos años por su documentada influencia sobre la figura de Baruch de Spinoza. De hecho, el investigador holandés Wim Klever sostiene que Van den Enden es un “proto-Spinoza”, con todo lo que ello implica teniendo en cuenta la ascendencia de Spinoza en la filosofía y la política moderna. Spinoza, alumno de latín de Van den Enden, estuvo en contacto con sus ideas acerca de la relación entre cuerpo y espíritu: “Siendo dominado e inhibido el Cuerpo, todos son, de acuerdo con la disposición de sus almas, los unos más y los otros menos, incapaces de practicar su bienestar del alma o del cuerpo en función del requerimiento de sus respectivas naturalezas”. Van den Enden también fue uno de los primeros refutadores de los supuestos del Leviatán de Hobbes, en lo que lo siguió Spinoza: “Sabemos por el contrario que todas las excesivas pasiones despreciables de los humanos no brotan de su primera y plena Naturaleza”, pues “si el hombre fuera desde su primera naturaleza o carácter igual a un Lobo, debería ser o permanecer como tal durante toda su existencia”. De esto se deriva una original idea del bien común, sin dudas rastreable en Spinoza: “El bien común de una asamblea del pueblo” depende de que cada uno de sus miembros sea “fortalecido para el uso común y su placer y apetito, tanto de alma como de cuerpo”.

Sin embargo, la figura de Van den Enden va más allá de las enseñanzas de su vida y de sus influencias para adentrarse en lo que algunos historiadores de las ideas llaman “la Ilustración radical”, una primera versión de lo que luego será, en el siglo XVIII, la Ilustración clásica (Diderot, D’Alembert, Rousseau, Voltaire, Montesquieu). Esta Ilustración radical, que se extendió en el siglo XVII, tuvo su epicentro en Holanda y cuyo modo de circulación fue mucho más clandestino y discontinuo que el de sus célebres sucesores franceses, sostenía ideas muy claras sobre la separación entre la Iglesia y el Estado, sobre la constitución de las deliberaciones en los que todos, hombres y mujeres, debían tener el mismo voto y la misma voz (Van den Enden, de hecho, describe un modelo arquitectónico para permitir que la “asamblea del pueblo” garantice en su disposición fìsica esta igualdad de derechos), sobre la equiparación entre Dios y la Naturaleza (de allí las acusaciones de panteísmo que recibieron tanto Van den Enden como Spinoza) y sobre temas mucho más modernos aún como la libertad sexual. Escribe Van den Enden: “Puede ser razonablemente objetada una excesiva y estrecha alianza entre un Hombre y una mujer”, porque “hay que dejar a cada Padre y Madre de familia su libertad natural para licenciarse entre sí tanto como se encuentren en condiciones de acordar y de aprobar en lo relativo a su bienestar familiar y a sus deberes conyugales y mutua satisfacción”.

Según las tesis expuestas por la norteamericana Margaret Jacob en los 80 y hace unos pocos años por el inglés Jonathan Israel, los “ilustrados radicales” sostenían que el pueblo mismo debía ser el sujeto del cambio social, en lugar de seguir a las mentes ilustradas que los guiaba en el camino de la revolución, y que el único obstáculo para que esto se cumpliera residía en la ignorancia y la credulidad. Van den Enden, por ejemplo, abogaba por el establecimiento de una “libertad igualitaria”, allí donde, décadas más tarde, la libertad y la igualdad se mantendrán como conceptos diferentes que necesitan ser unidos en una divisa como la de la Revolución Francesa: libertad, igualdad, fraternidad. El tono de la Ilustración radical, en la versión de Van den Enden, incluso tiene algo de libertario, como cuando afirma “firmemente que la multitud y severidad de los mandos y leyes políticas produce más una provocación y estimulación que una restricción a las pasiones humanas”. O también: “que a nadie, en detrimento de su vida, le sea permitido oponerse o enseñar algo contra la libertad igualitaria y general” para lo cual “deben ser rechazados todos los títulos de excelencia o escalas de pretendido conocimiento como los nombres de Doctores, Profesores, etc.”.

¿Alguien podía escuchar semejantes proposiciones en el siglo XVII, cuando el clima político e intelectual europeo era el de las guerras de religiones, cuando el autor que hacía furor era Hobbes y cuando la ciencia adoptaba la visión mecanicista de la naturaleza, alejada, por ejemplo, del vitalismo de Van den Enden o de Spinoza? Quizá sí en los Países Bajos. Cuenta García Ponzo que cuando Van den Enden abrió su galería de arte, dio a conocer un escrito que sería más tarde la declaración oficial de independencia y autonomía del Estado de Holanda. Pero se trató de una escucha fugaz que terminó con la horca o con la excomulgación violenta de la comunidad judía en el caso de Spinoza o con el descuartizamiento en la plaza pública para los hermanos De Witt. Es probable que las ideas de la Ilustración radical –más allá de las polémicas sobre su existencia como corpus intelectual coherente, como se supone que lo es la Ilustración del siglo XVIII– fueran demasiado avanzadas para su tiempo. Y, pensándolo bien, quizá todavía hoy lo sean.