De Poe a Mallarmé 08 Oct 2010

Reflexiones sobre la poesía

El País | Montevideo | Alfredo Fressia

Ensayos de Paul Valéry

 

Se puede afirmar que Paul Valéry (Sète, 1871-1945) fue un poeta más respetado que realmente querido. Simbolista, creador de un "arte difícil", es autor de una obra poética relativamente breve, sobre todo si se compara a la inmensidad de su trabajo como teórico de la literatura, como memorialista y como "pensador". Perteneció a esa generación que pudo conocer a Leconte de Lisle o a Verlaine, pero que frecuentaba sobre todo las reuniones de los martes en casa de Mallarmé, en la calle Rome. De hecho su obra poética es la de un simbolista a ultranza, que potencia los principios teóricos y la práctica poética de Mallarmé.

Limbo para universitarios. Osciló entre la poesía y las matemáticas. En gran parte instigado por André Gide, creará en los años ´20 una obra poética que lo transforma muy rápidamente en una especie de poeta oficial de la Tercera República. Dará conferencias dentro y fuera de Francia, será recibido en todas partes con honras de Estado. Desde 1937 ocupará la cátedra de Poética del Collège de France, se manifestará contra la ocupación alemana en su país y sólo morirá después de la Liberación.

En los años `50, Francia, que era todavía un lugar culturalmente central y relativamente hegemónico, asistirá por un lado a las disputas de Sartre y Camus, a la descolonización, y por otro, verá nacer el estructuralismo, con la lingüística en primer plano, lo que llevará a una especie de inflación del valor Signo como objeto-llave para leer el mundo. Se puede entender que la poesía exigente, difícil y a veces cerebral de Valéry haya pasado rápidamente a esa especie de limbo frecuentado por estudiantes universitarios, pero no por el público.

Lo mismo ocurre con la obra teórica de Valéry. Sin duda, su misma naturaleza reflexiva no hace de esa producción un objeto "popular", pero es evidente que fue perdiendo lectores. Además de los Cahiers, en los que trabajó cotidianamente durante décadas, y de otros libros donde reunía sus reflexiones, Valéry juntó sus conferencias y artículos diversos en Variété (y habrá cinco tomos entre 1924 y 1944). En las apretadas ediciones La Pléiade, el conjunto de las Variétés ocupa 1.100 páginas.

En la Variété de 1944, el autor propone un orden temático para sus ensayos, organizado en seis grupos: "Estudios literarios", "Estudios filosóficos", "Ensayos cuasi políticos", "Teoría poética y estética", "Enseñanza" y "Memorias del poeta". En el presente De Poe a Mallarmé, ensayos de poética y estética, el poeta y profesor argentino Silvio Mattoni (Córdoba, 1969) elige y traduce una veintena de estos ensayos de Valéry, con hincapié en los temas literarios o de teoría literaria, aunque el libro cubra casi todos los grupos temáticos.

PARA UNA TEORÍA POÉTICA. De hecho el lector encuentra en esta mínima antología los textos más revisitados de las Variétés, desde ensayos sobre el sueño o sobre el cuerpo, hasta las reflexiones del autor sobre el Mediterráneo, o recuerdos de Verlaine o de la intimidad de Mallarmé. Comparece siempre la inteligencia y la elegancia del razonamiento de Valéry, la ironía (sin grandes maldades, como llamar a "Verlaine, Stéphane Mallarmé, Arthur Rimbaud, los tres Reyes Magos de la poética moderna"), las contradicciones de un espíritu crítico como el suyo, capaz de pintar con erudición la biografía de Villon después de declarar que la biografía es un dato inútil y aun perjudicial ("porque demasiado a menudo proporciona la ocasión, el pretexto, el medio para no afrontar el estudio preciso y orgánico de una poesía").

En sus ensayos sobre teoría poética, Valéry insiste en un nítido distingo de poesía y prosa. La prosa, dice, es el lenguaje que muere después de cumplir su función (una idea próxima a la de la función denotativa del lenguaje en Roman Jakobson), mientras que "el poema no muere por haber vivido, está hecho expresamente para renacer de sus cenizas y volver a ser infinitamente lo que acaba de ser" ("Poesía y pensamiento abstracto"). De ahí proviene su alarma al verificar esa especie de incapacidad de los críticos (y los profesores, ya que el problema se reproduce en escala pedagógica) de contemplar el poema como unidad (fónica, de sentido, visual, etc) y de reducirlo a los niveles que pueden ser por un lado, analizados, y, por otro, reducidos a la prosa y la paráfrasis ("Cuestiones de poesía").

Demasiado inmediato. La situación de la crítica de poesía resulta delicada, en el mejor de los casos, y es dable preguntarse si sería siquiera legítimo el discurso crítico (prosaico) aplicado sobre la materia poética. Valéry no se lo pregunta, y menciona la tarea de la crítica con este desdén: "[Los críticos] enumeran, por ejemplo, los medios visibles que usan los poetas; destacan frecuencias o ausencias en sus vocabularios; se señalan semejanzas entre uno y otro, e influencias. Algunos procuran restituir sus designios secretos, y leer en una engañosa transparencia intenciones o alusiones en sus obras. Escrutan gustosamente, con una complacencia que hace visible cuánto se extravían, lo que se sabe (o lo que se cree saber) de la vida de los autores(...)". Leída casi un siglo después, esa pintura del crítico podría confundir a un lector desavisado porque, vista la indigente situación actual del discurso crítico, parece más bien un elogio.

Pero tal vez el problema sea más grave y Valéry nos anunciaba desde 1935 algo que puede también explicar el desamor que el autor parece sufrir en los días que corren: "Hasta ahora, y desde la más remota antigüedad, la lectura y la escritura eran los únicos modos de intercambio así como los únicos procedimientos de trabajo y de conservación de la expresión por medio del lenguaje. No podemos responder por su futuro. En cuanto a las mentes, ya vemos que son solicitadas y seducidas por tantos prestigios inmediatos, tantos estimulantes directos (...) que les representan la vida misma y la naturaleza como totalmente presente, que podemos dudar que nuestros nietos encuentren el menor gusto por las gracias caducas de nuestros poetas más extraordinarios y de toda la poesía en general" (pág. 205).