La vida privada 19 May 2007

Lo fantástico y más allá

La Voz del Interior | Gustavo Pablos

 

"El problema con Henry no es que muerde más de lo que puede masticar, sino que mastica más de lo que puede morder", decía Marian Adams al referirse a la escritura dilatada y evasiva de su amigo. A pesar de este juicio cauteloso, la lectura de Henry James suele producir un intenso y sostenido placer, siempre y cuando el lector no haya sucumbido a las diversas muestras de prosa acelerada o de prosa falsamente compleja que pueden rastrearse en la actualidad.

En cierto modo, James es el emblema del artista que llevó a un extremo el rigor de la técnica, y por eso es interesante para un aprendiz de escritor someterse a un ejercicio que seguro le permitirá detectar sus propios excesos: leer durante unos meses los cuentos y novelas de este autor y, posteriormente, volver sobre sus escritos. En ese momento seguro saltarán los vicios y tics (búsqueda de efectos inmediatos, ironía fácil, surfeo e hiperconectividad pop, por ejemplo) que suelen presentarse como rasgos de estilos, pero que en realidad integran el stock de lugares comunes que concede una lengua en un momento dado.

En La vida privada y otros relatos encontramos algunas historias de fantasmas, que sin embargo poco se parecen a los creados por los clásicos del género fantástico. Los fantasmas de James trascienden el estereotipo porque precisamente su trabajo consiste en mostrar cuánto hay de fantasmal detrás de las apariencias, y en ese sentido ningún género puede albergar dicha revelación, porque es un atributo de la buena literatura.

En el cuento que da título al libro, el autor presenta una serie de personajes como mundanos y "reales", y a cuyo alrededor se organiza o desorganiza el entorno, para después correr el telón y mostrar que sus identidades son ambiguas y le deben mucho a una serie de episodios azarosamente entrelazados. El escritor Clare Vawdrey es un personaje desdoblado, uno tiene existencia puertas afuera y otro hacia adentro; mientras que en el mismo relato Lord Melifont es tan sociable que sólo existe cuando es observado por los demás.

En Los amigos de los amigos, la narradora quiere presentar a una mujer y un hombre que tuvieron una experiencia semejante: ambos vieron al fantasma de su padre, en un caso, y de su madre, en otro, cuando se morían. La posibilidad de encuentro, sin embargo, se desvanece misteriosamente una y otra vez, con el agregado de que la narradora está comprometida con el hombre que vivió ese episodio. Mientras que en La bestia en la jungla, John Marcher está seguro de que algún episodio extraordinario está destinado a su vida y vive expectante de ese peligro.

Completan el volumen Owen Wingrade y Maud-Evelyn, relatos poco conocidos, pero que prolongan con igual intensidad y rigor algunos de sus motivos y procedimientos.