La lección del maestro 29 Abr 2009

La lección del maestro

La Capital | Sebastián Riestra

 

No resulta sencillo entrar en el universo de Henry James. Largos años atrás, un libro de tamaño relativamente reducido y tapas duras —una de esas maravillas que publicó la olvidada Fabril Editora en su mítica colección Mirasol— prometía una incursión apasionante en un paisaje sombrío. Era nada más y nada menos que la magistral traducción de José Bianco de “The turn of the screw”, al cual el autor de “Las ratas” —ladino— llamó "Otra vuelta de tuerca", aún mejor que su propio autor. Ese fue el primer paso dado por muchos en el conocimiento del gran narrador estadounidense, acaso reforzado luego por la magistral transcripción cinematográfica realizada por Jack Clayton y protagonizada por Deborah Kerr en 1961.

“La bestia en la jungla”, publicada en formato pocket y también incluida en "La vida privada y otros relatos", de ediciones El Cuenco de Plata, procede a capturar al lector desde su mismo título. Pero tan sugerente denominación, capaz de seducir las imaginaciones más pedestres, se ve abiertamente enfrentada con el contenido al cual precede, donde la sutileza gobierna como lo hizo Luis XIV, de manera absoluta. 

No es que la ferocidad esté ausente, sin embargo, de la historia que desgrana esta "nouvelle" magistral, donde el amor se instala con subrepticia violencia como personaje principal de la escena. Con el Londres de fines del siglo XIX como intransferible telón de fondo, los por momentos exasperantes diálogos que sostienen John Marcher y May Bartram demandan un esfuerzo especial por parte del lector, que debe desentrañar todo lo que se dice por debajo, por detrás y por el costado, dado que lo único que se manifiesta de modo explícito entre ambos es la irreprochable pátina de cortesía victoriana.

Pero el trabajo intelectual valdrá la pena: pocas veces la peculiar prosa de James alcanzó cotas de intensidad como las que consigue en estas tan densas como luminosas páginas. No existe aquí, en efecto, la morosidad a veces fatigosa de sus novelas largas, como "Las alas de la paloma", "Daisy Miller" o "La princesa Casamassima". A pesar de las bucólicas atmósferas en las cuales se desarrolla la trama, la tensión gobierna cada línea. 

El pacto que establecen, aún jóvenes, los protagonistas tiene rasgos ajenos a la rutina. Esperar a que la "bestia" que está al acecho en la vida de Marcher dé el salto fatal se convierte en el particular leitmotiv de una relación donde uno y otro se tornan paulatinamente dependientes hasta llegar al punto de la obsesión. 

Carece de sentido anticipar más detalles. Acaso sí corresponda comentar que la "vuelta de tuerca" que tanto seducía al neoyorquino está presente en las páginas finales y que la "bestia", por supuesto, aparece bajo la forma más inesperada. Pero la seducción que genera la lectura no se ciñe a las volutas de la trama: quienes sepan paladear el lenguaje se toparán de hito en hito con un narrador en plena posesión de su instrumento. Diálogos formidables, descripciones que revelan la agudeza de la mirada jamesiana y reflexiones tan precisas como perturbadoras se combinan para dar a luz un coctel de efecto lento pero potente. Quien entre a través de esas puertas, ya no podrá ni querrá salir.

Henry James murió en 1916 y su permanente redescubrimiento continúa. La lección estética que encierran muchas de sus páginas no se separa jamás, sin embargo, del correlato ético que las sostiene como una columna vertebral de acero puro.

Pepe Bianco, sabio también él, no hubiera titulado esta reseña "La lección del maestro" (como otro relato del propio James). Acaso, tal cual lo hizo con "The turn of the screw", hubiera optado por un agregado de su propia cosecha, y escrito: "Otra lección del maestro".