Asumir el caos 20 Mar 2025

Todo en todas partes al mismo tiempo

La Agenda BA | María Zentner

Asumir el caos. En la vida y el arte es una ética, una estética, una historia, un exhorto. Una discusión y una puesta en común sobre el tema que atraviesa toda la vida y la obra de Luis Felipe Noé. Un asunto que tiene entre manos desde hace más de seis décadas: cómo nos constituye y cómo constituimos el caos.

 

El sonido de los instrumentos amplificados resulta una absoluta sorpresa para el público apostado frente al escenario del Festival de Newport. Bob Dylan es el número fuerte de la edición 1965, a partir de su meteórico ascenso dentro de la escena folk que vive un pico de popularidad inusitado. Pero al jovencito la languidez y la pureza de la guitarra acústica y la voz pelada dejaron de resultarle suficientes. Así que armó una banda y electrificó su expresión. La película A Complete Unknown se toma algunas licencias históricas para comprimir todavía más el relato de la perplejidad y el enojo de los fans –que tuvo su momento cúlmine con la acusación de Judas–. Suena por primera vez en vivo "It takes a lot to laugh, it takes a train to cry", de Highway 61 Revisited, y ante esa bola de volumen y distorsión que se vuelve más y más poderosa y lo cubre todo, el desconcierto es total. Uno de los organizadores, el músico Pete Seeger, corre a la cabina de sonido desesperado y, mientras mira con cariño una fila de hachas apostadas en un costado, le exige al sonidista que apague todo, al grito de “¡Esto es un caos!”.

Vi la película en el cine. Para esos días, vivía sumergida en Asumir el caos. En la vida y el arte, de Luis Felipe “Yuyo” Noé. Y como pasa siempre que las reflexiones y conclusiones de otros funcionan como un decodificador de la matrix dentro de la que nos movemos, se meten en tu cabeza y destraban la forma en que ves las cosas, no pude más que leer esas escenas y diálogos en clave Noé. Un Dylan asumiendo el caos y estructurándose en su seno. Eso es lo que yo vi cuando el Seeger personificado por Edward Norton, al advertir que su sueño de una movilización de hordas folk dispuestas a cambiar el mundo estimuladas por la palabra e impulsadas por la melodía se estrellaba frente a una pared de sonido, invocó esa palabra. Aunque en el guión seguramente estuviera haciendo alusión al término en su significado más coloquial: “quilombo”.

El cuadro muestra el click de un artista que se hace carne de todas las contradicciones de ese momento histórico de la música popular norteamericana, en el que aquéllos que querían cambiar el mundo no pudieron soportar que el mundo cambiara frente a sus ojos. El punto exacto donde confluyen pasado, presente y futuro. Bob se para en el borde donde todo ocurre al mismo tiempo y se hace cargo de esa naturaleza del ser humano en estado siempre de emergencia, se enfrenta al perpetuo devenir y asume el caos frente a un público que lo abuchea y colegas que lo repudian, pero con la seguridad que le da la (in)conciencia del arte.

Dice Yuyo Noé: “Por lo general, el yo de los artistas está cargado de órdenes estéticos preestablecidos, pero en algunas ocasiones éstos se transforman. Ocurre cuando el espíritu los desborda, llevándolos a la aventura de la otredad”. Dice Bob Dylan (el de verdad, no el de Timothée Chalamet), en el documental No Direction Home: "Escribía canciones para interpretarlas y necesitaba cantar en ese idioma, que era un idioma que no había escuchado antes".

Asumir el caos. En la vida y el arte es una ética, una estética, una historia, un exhorto. Una discusión y una puesta en común sobre el tema que atraviesa toda la vida y la obra de Luis Felipe Noé. Un asunto que tiene entre manos desde hace más de seis décadas. Desarrolló ese concepto en su producción pictórica desde los años sesenta hasta la actualidad, una obra en la que conviven figuración y la abstracción, la pintura y el dibujo, el plano y el volumen, el blanco y negro y el color, el frente y el dorso, lo estático y lo dinámico, la política y el juego, el ruido y el silencio. Su primera aproximación ensayística al tema fue en su libro Antiestética, de 1965, que incluía el capítulo “El caos como estructura”. Asumir el caos, editado por Cuenco de Plata el año pasado, es otra forma de posicionarse frente al caos de toda una vida de desgranar, investigar, pensar, imaginar, leer, escuchar, mirar y, sobre todo, experimentar con la idea. Encontrarle una estructura.

El caos para Noé es el Gran Todo que nos constituye y que constituimos. Yuyo hace un elogio del gerundio –“está mal visto por los puristas del lenguaje porque desordena el pasado, el presente y el futuro”– y aprovecha para inventar uno: “caosiendo”. Rescata la riqueza del castellano y la posibilidad de distinguir ser de estar y utiliza ese trazo que existe en el verbo para discutir la oposición “caos/orden”. Para él, el orden es algo quieto, circunstancial: el orden está. El caos, por otro lado, es un movimiento de transformación permanente e infinita, todo lo que vemos y lo que no vemos, que ocurre al mismo tiempo, inasible en su totalidad pero posible de estructurar en la medida que lo vamos asumiendo: el caos es… siendo.

“Caos: herramienta pictórica y teórica. Caos: base y estructura de un pensamiento en acción constante. Caos: una postura de vida ante la intermitencia del tiempo. Caos: una poética. Caos: estructura posible de un sí mismo emplazado en su contexto. Caos: nosotros mismos siendo en sociedad”, resume Lorena Alfonso en el prólogo. Ella más que nadie puede sintetizar esta obra, porque fue la que compartió el recorrido junto al artista durante cuatro años de trabajo artesanal de escritura, reescritura, corrección, chequeo de fuentes. Porque este libro no es solamente el legado reflexivo de un artista sino también una conversación imaginaria con colegas, filósofos, hacedores de todos los tiempos. Noé invoca a Wittgenstein, a Valéry, a Benjamin, a Deleuze y Guattari. Cita a Novalis, a Schiller, a Victor Hugo. Comenta a Rimbaud, a Baudelaire, a Delacroix. Retrata a Van Gogh, a Duchamp. Discute con Hobsbawm. Es una lista interminable de autores y artistas que van pasando por sus 500 páginas y que nutren y condensan su discurso.

“Asumir el caos no es poder dominarlo sino poder sobrevivirlo, poder autoestructurarse frente a él”, insiste Yuyo. La premisa que rige este texto es que no hay manera de poner orden en el caos, pero que sin embargo existen mecanismos de los que disponemos, dentro de las ficciones que se nos van imponiendo culturalmente, para dar cuenta de él y estructurarnos frente y dentro de él. El arte funciona como herramienta para describir lo que nos excede, lo inefable. Noé toma las figuras de lo cóncavo y lo convexo y explica que no es una el opuesto de la otra sino que las dos coexisten en la misma línea. En ese sentido, elogia el oxímoron y la ironía, dos operaciones retóricas que consisten justamente en enunciar opuestos en una relación posible y simultánea.

El caos se asume por primera vez con la perspectiva, en el Renacimiento, a partir de la conciencia del yo; vive en la luz de los cuadros de Vermeer, como expresión latente que dice mucho más de lo que evoca. Los románticos, en todas sus versiones, abrazan el caos con sus contradicciones, sus nuevos modos de hacer, pero sobre todo, el reconocimiento de un yo-otro que da lugar a la concepción de un sí mismo y un nosotros mismos, con esa percepción de todo lo que nos supera y la respuesta culturalmente objetiva a ese desborde. “Sólo es caos el desconcierto del que puede brotar un mundo”, cita a Friedrich Schlegel.

Noé aborda con rigor académico y con el afecto de quien mira y escribe con los ojos del artista conceptos como rizoma, abstracción, color, Absoluto, modernidad, contemporáneo. Toda la Historia del Arte (la canónica, occidental) aparece puesta en tensión a partir de las paradojas y superposiciones que se fueron desarrollando en los -ismos sucesivos, con los que Yuyo va hilvanando el modo en que ese caos fue asumido en los diferentes periodos, para dar lugar a las más maravillosas, sorprendentes, a veces dolorosas, siempre movilizantes expresiones artísticas. “Los tiempos de supuesto orden son etapas en el devenir caótico. Cuando estos nudos se desatan, el caos se enuncia con claridad como dinámica antagónica”, señala. Habla de la ficción lingüística como revestimiento de la realidad concreta: “Los órdenes que el ser humano inventó para sobrevivir son nada más que anécdotas culturales. Ficciones propuestas”.

Las etiquetas, las épocas, los estilos se van convencionalizado en esas ficciones, al mismo tiempo que emergen nuevas asunciones del caos y nuevas conciencias de sí mismos que rompen o al menos proponen alternativas frente a lo indecible del caos que nos circunda y nos excede, que estaba desde antes de que existiéramos y que continuará allí tras nuestra partida. La propuesta de Yuyo es asumirlo como primer paso para poder encontrar estructuras que nos permitan decir-hacer-vivir. Aunque eso signifique simplemente enchufar la guitarra, subir el volumen a 11 y tocar bien pero bien fuerte.