Hermanos y guardianes 28 Oct 2024
La Agenda | Quintín
En El cuerpo de Viviana, Grimanesa Lázaro ofrece algo distinto en estos cuentos ambientados en familias de esa clase media baja que hace décadas se viene sumergiendo en la pobreza casi sin darse cuenta. Y Hermanos y guardianes, John Edgar Wideman, se centra en los años setenta, en particular en la vida de Robert Wideman, el hermano menor del autor, que en 1975 participó de un robo a mano armada seguido de muerte, lo que le valió una condena a prisión perpetua sin derecho a libertad condicional.
[extracto]
Hermanos y guardianes, de John Edgar Wideman (Cuenco de Plata)
Este es un libro de otra época. Publicado en 1984, se centra en los años setenta, en particular en la vida de Robert Wideman, el hermano menor del autor, que en 1975 participó de un robo a mano armada seguido de muerte, lo que le valió una condena a prisión perpetua sin derecho a libertad condicional. John Wideman nació en 1941 y Robert diez años más tarde. Ambos se criaron en Homewood, barrio proletario y negro de Pittsburgh, pero vivieron vidas paralelas. John fue un destacado estudiante y un exitoso basquetbolista universitario, luego novelista prolífico y catedrático de literatura afroamericana. Robert, el chico travieso de la familia quería ser una estrella pero hizo el camino de la mayoría de sus contemporáneos en el gueto. A diferencia del retraído y aplicado John, Robert era alegre, charlatán, popular entre sus vecinos y atractivo para las chicas. Mal estudiante, poco interesado en el deporte, después del secundario se empezó a drogar y para conseguir heroína cayó en el delito y se transformó así en un delincuente menor con mala suerte y condena de criminal importante. Aunque salió libre después de cuarenta y cuatro años en la penitenciaría del Oeste, convertido en lo que se suele llamar un ciudadano útil, su vida adulta fue un calvario.
Hermanos y guardianes no es una biografía del hermanito Robby sino algo mucho más complejo, que efectivamente es de otra época, aunque en el mejor sentido: es de una época en la que la modernidad realista en lengua inglesa, que se inicia con Joyce, permitía creer en la empresa de la literatura como simultánea exploración de la lengua y del mundo. En lo que parece superficialmente un libro de memorias, Wideman intenta dar testimonio no solo de dos vidas, sino —lo más difícil— del acercamiento entre los dos hermanos, uno de los cuales es un escritor famoso, que al concentrarse en su carrera académica y deportiva, ni siquiera le prestó demasiada atención a su hermano menor cuando era chico. De hecho, John hizo todo lo posible por alejarse del Homewood, incluso de Pittsburgh. Se casó con una mujer blanca y, para dedicarse más a la escritura, se fue a vivir y enseñar a Laramie, Wisconsin, algo así como el fin del mundo, donde Robert pasó la noche anterior a su detención. La ambición de Hermanos y guardianes es enorme, porque la clave del acercamiento está incluida en el libro, no solo a través de la conciencia atormentada de John por abandonar a los suyos sino la del propio Robert, dividida entre el arrepentimiento por meter la pata y la furia contra el maltrato del hombre blanco, personificado en los guardiacárceles, ejecutores de un sistema penitenciario atroz y especialmente orientado contra los de su raza. Robby termina compartiendo esa furia con toda la familia, en particular con la madre, educada como mujer ecuánime y tolerante, que siempre temió que Robby eligiera el mal camino pero terminó cambiando su punto de vista. "Lo que la horrorizó y lo que finalmente la volvió contra las fuerzas del orden, fue la incapacidad del sistema legal pare reconocer la humanidad de su hijo".
La aproximación de Wideman, que incluye la colaboración de Robert, resulta en un libro fragmentario, que no intenta contar todo y está estructurado en torno a las visitas de John a Robby en la cárcel, momentos de enorme tensión que dejan en evidencia la crueldad del sistema. Wideman toma episodios de las dos vidas, a veces esenciales, otras anecdóticos pero siempre enormemente significativos para contribuir a esa mezcla de lenguas y de vivencias que sostienen una narración que está siempre en carne viva. Para dar una idea del dolor que atraviesa Hermanos y guardianes, se podría citar un detalle casi insignificante, que es la descripción que hace Wideman del tiempo en Laramie: "después de un atisbo de clima cálido, primaveral a principio de abril, ver un copo de nieve en mayo alcanza para hacer llorar a un hombre adulto. Los veteranos de Laramie se jactan de haber visto caer nieve en todos los meses del año." Pero ese clima viene acompañado de terribles penurias, como la falsa liberación de Robby engañado por un fiscal o el momento en el que la mujer de John está a punto de morir en el parto de su hija prematura.
Al final del camino, Hermanos y guardianes podría verse como la parodia de un libro de autoayuda: finalmente, Robby sobrevive tras estudiar y enseñar en la cárcel (aunque su liberación, contada en el epílogo por él mismo, es muy posterior a las ediciones de 1984 y 2004). John hace una carrera exitosa y ambos logran acercarse a fuerza de introspección y delicadeza. Pero el camino es demasiado penoso como para responder a esa definición banal. Al final del camino, John no se perdona que la traición a su mujer lo haya llevado al divorcio. Robby pasa todo tipo de tormentos, incluyendo una lesión en un tobillo mal curada en prisión que, al cabo del tiempo, lo deja casi inválido. Pero no es la enumeración de desgracias lo que le da fuerza al libro, sino la ejemplar intensidad de cada momento que los Wideman eligen relatar: desde el día del asalto frustrado de Robby a los problemas de John para integrarse con los estudiantes blancos en una universidad a la que casi no asisten negros. Lo contrario ocurre en la cárcel que, como en todo el país, están cada vez más pobladas de afroamericanos. Y la cárcel tiene sus propios tormentos más allá de la reclusión: es muy difícil sobrevivir en ella, ya que los presos están a merced de la persecución sistemática, pero también del mal humor circunstancial de un guardia o de otro preso.
Hermanos y guardianes está impregnado del clima inherente a ese final de los sesenta y principio de los setenta que vieron crecer a los hermanos Wideman y encaminarse hacia sus respectivos destinos. En particular, en el libro están las claves de la rebelión de los derechos civiles y del poder negro pero también de la decadencia de un estado industrial como Pennsilvania, que supo albergar la capital del acero para evolucionar hacia la insatisfacción y la polarización. Fue en la juventud de los Wideman cuando se registró ese cambio radical en los Estados Unidos, cuando la idea de comunidad (o de comunidades) empezó a perderse definitivamente. No es casual que Robby se haya hecho musulmán en la cárcel, aunque en un momento se hartó de que "los hermanos" le estuvieran preguntando cuántas veces rezaba por día. Pero el libro termina con la voz de Robby cargada de una religiosidad sincrética, propia de un predicador de credo indefinido. Para usar un título de James Baldwin, un escritor admirado por Wideman, hay otro país en Hermanos y guardianes. Pero tampoco es este el país de Baldwin, sino uno más profundo y acaso más actual porque siempre estuvo escondido.