Rapsodia 27 Nov 2022

"Rapsodia" de Marcelo Zabaloy, la novela de un traductor de Joyce

Radar Libros | Página 12 | Susana Cella

Traductor autodidacta de dos grandes novelas James Joyce -Ulises y Finnegans Wake- Marcelo Zabaloy presenta en Rapsodia un texto lleno de procedimientos, parodias, efectos verbales y nombres dislocados. Pero por debajo del entrevero lingüístico palpitan un encuentro amoroso y el afán de escribir acerca de su ciudad de origen, Bahía Blanca. 

 

Apenas surge el nombre de Marcelo Zabaloy, inmediatamente se lo asocia con sus peculiares y por eso denostadas o elogiadas, traducciones de las dos grandes novelas de Joyce, Ulysses y Finnegans Wake. Menos nombrada fue la que realizó del francés George Perec, El atentado de Sarajevo, aparecida en 1917. Traductor por amor al arte, podría decirse, porque no ha sido esta su profesión, ni alguna directamente vinculada con las relativas a la literatura: crítico, investigador, narrador y similares aunque, a juzgar por la novela tal vez fue profesor. Sin embargo su trabajo no fue menos arduo del de quienes transitan por las instituciones -academias, concursos literarios o mercado editorial. Porque con toda evidencia se abocó sin solución de continuidad a la literatura, compenetrado con obras que leyó y releyó, sobre las que reflexionó y no menos asimiló en un peculiar metabolismo por el cual quedaron incorporadas a su propia escritura, innegablemente entramada con cuanto supone desafiar los muchos dilemas, dificultades, tropiezos, elecciones, etcétera, inherentes a la traducción, más si se trata de encarar esa que más de una vez se tildó de novela intraductible: el Finnegans.

Tanto el título, Rapsodia, como el subtítulo Diásporas y parodias o Romance de suiiciudad y una chica incitan a lo que al recorrer las páginas empezando por los epígrafes, va a ser una ineludible actitud a asumir por parte que quien la lea (“si es que la lee” como él diría). Empezando por el nombre elegido, rapsodia, que tanto alude a la literatura como a la música, y según la etimología griega (rhapsōidía, sustantivo formado a partir de rhaptein “ensamblar” y aidein “canción”), resultaría una pieza musical que toma como referencia a otra u otras sin excluir temas populares, u obra literaria que también acude a fragmentos de otras. Lo cual apunta a pensar en una unidad –tema relevante en este caso-, es decir no se trata de acumulación aleatoria de textos disímiles –aun cuando a veces aquí se tenga esa impresión- y por otra parte, no menos importante, queda manifiesta la presencia –en alusiones o menciones directas- de aspectos o partes de otros textos, y no menos de cuantiosos escritores, a lo que se suma que se hallan, transformados –párrafos y nombres- y por varios motivos: porque ese mundo de citas, injerto en el texto novelístico -o sea sacado del contexto original- y muchas veces con comentarios sobre ellos, deja muy atrás la cita acotada y “apropiada”, para virarlas según cómo y dónde aparezcan.

Todo esto nos facilita entender lo de las “parodias” del subtítulo, y quizá también lo de diásporas, porque la dispersión se verifica en toda la novela: en la disposición de los episodios, en la variación de tiempo-espacio, en las digresiones, en los virajes de tema, asunto y tono que los capítulos anuncian, por ejemplo: “De cómo había ligado un insulto por cederle el paso a una dama”, “Donde se discuten distintas posturas ante las cuestiones de estilo”, “Donde accedemos al último cajón de su escritorio”, “Gal y Matías” o –y explícitamente- en el largo y subdividido capítulo 14: “Diáspora: una revisión integral del Prof. Hervé Michel, PHD…”, este último quizá el que más abunda en largos párrafos escritos en francés. Además de los dominantes tramos en castellano, la novela incorpora, primordialmente dos lenguas: francés e inglés, que por otra parte, pueden estar combinadas en una misma expresión: “Tiens! Voilà! Tomá mate. Ahí tenés. El no era ningún boludo. I was discoverimg actually a fifth book.”

Asimismo, como ya insinúa “suiciudad” del subtítulo, hay vocablos tanto condensados o derivados como cortados: el “diarreo” local”, “dalguna manera”, Club El Naciomal”, “sumocrapulosamente”, a veces juntando los idiomas: “apenas un yecto en el huevo de un huevo decembrión cósmico de un interest el ar un pol voaun inconceibido por la desgracia de nadie, a no mbre ou non, a not, a nought, a knot, un rien, no riendoing ni tan siquiera un cachito así”. Este entreverar también lleva a que modifiquen los nombres de los varios autores y textos que destaca, o bien que los escriba según la pronunciación (Quenó por Queneau, por ejemplo), alterando el orden (Cawis Lerroll por Lewis Carroll) o con alusiones humorísticas: Cogtazar y hasta su propio nombre: Marcel ´Ca Va´ Lloyd, lo mismo en títulos de obras: La Gorra y la PazRay vuelaLibro de Manual… etc.

Desde luego tal propuesta reclama un lector que pueda reconocer las referencias (algo no siempre fácil) y que tenga una competencia idiomática que le permita apreciar estos procedimientos. Aquí Zabaloy no hace concesiones al respecto, tampoco trata de perturbar o amilanar al lector, es cuestión de estilo: darle cierto ritmo, apelar a las asociaciones sonoras, leer en todo caso en voz alta. Vale destacar que esas novelas antes nombradas y como muchas otras otras a las que obviamente agrega You Listen (Ulysses) y Al fin niegan Quake (Finnegans Wake), tienen extensos párrafos en otras lenguas.

Toda esta reflexión llega en el capítulo que nos lleva a considerar una expresión más del título: “Romance”, eligió en lugar de “novela”, el autor/narrador. Se diría que en parte coincide con la experiencia que se tiene al leer un texto tan heterogéneo que lleva a exclamar: “esto no es una novela” ante la vertiginosa mezcla de modalidades narrativas, poemas, situaciones inconexas, interjecciones sucesivas, hipótesis y conjeturas, ejercicios de redacción, cambios súbitos de registros léxicos y de idiomas, donde los personajes son cuantiosos y parecen sólo unidos por la voz narrativa que va desplegando sus historias de vida.

Sin embargo hay dos fuertes puntos de cohesión, uno, como incrementándose al paso del relato, es un cauteloso, apasionado y determinante encuentro amoroso. El otro, fundamental, la ciudad omnipresente por más que se nombren unos cuantos lugares más o menos distantes. Se trata de Bahía Blanca, escribirla es evidentemente el proyecto de Zabaloy: desde su emplazamiento (que estima erróneo), su fealdad, la disparidad de barrios, las sátiras a los discursos de grandeza, las costumbres y prejuicios, la educación o las actividades deportivas, a lo largo del tiempo. Lo que permite incorporar escenas sobre la represión dictatorial, las miserias cotidianas, las desigualdades sociales, negociados, prensa cómplice y pocos pero entrañables lugares queridos. Hay aquí una fuerte impronta autobiográfica. El narrador aduce que no la llama novela porque no despertaría algo así como expectativa por el desenlace. Y sin embargo tiene un final sorpresivo.