Cómo hacer de verdad cosas con palabras 13 Jul 2022

Reflexión sobre el poder de las palabras

Revista Ñ | Margarita Martínez

En su nuevo ensayo, la filósofa francesa Barbara Cassin revisa la relación entre lo real y lo enunciado, para discernir hasta qué punto el acto político es un acto de lenguaje.

 

¿Cuándo hace el lenguaje cosas con palabras? Lo había pensado John L. Austin, en su escrito How to do things with words?; lo retoma la filósofa y especialista en retórica Barbara Cassin (Francia, 1947), miembro de la Academia Francesa, galardonada recientemente, y de modo múltiple, por la edición del Vocabulario europeo de las filosofías, o “diccionario de los intraducibles”.

Aunque las preocupaciones de Cassin siempre excedieron el campo de la filología antigua para involucrarse con lo político, en esta oportunidad se vuelcan a la detección de herramientas para la solución de conflictos actuales: si el lenguaje amerita una disquisición será precisamente por su carácter performativo, transformador.

Así, este conjunto de ensayos, notablemente traducido por Silvio Mattoni, señala su intención de ponderar lo real desde el inicio, puesto que se trata de “cómo decir de verdad cosas con palabras”. El objetivo de Cassin es producir un cortocircuito entre una de las invenciones contemporáneas en lo relativo a la lingüística (el llamado performativo austiniano) y algunas particularidades de la retórica antigua, entre ellas “la omnipotencia del logos pensada y practicada por la sofística”.

Sin embargo no se trata de trabajar aspectos de la performatividad del lenguaje (evaluación, psicoanálisis o traducción) sino de evaluar la performance de lo performativo en distintas coyunturas, lo performativo bajo Homero, bajo Gorgias y bajo la retórica para el Pueblo Arco Iris, la experiencia de constitución de una nueva comunidad sudafricana bajo el gobierno de Nelson Mandela, es decir, el intento de “hacer nacer un pueblo con palabras”.

Lo performativo

Conviene primero discernir qué entendemos por performativo: un enunciado performativo no describe algo, lo hace en el acto de decir: “Me disculpo”. Nombra lo que ocurre por el hecho de pronunciarlo, como en el caso de las palabras corteses (“le agradezco”).

Pero si incluso Austin fue quien puso en palabras esta dimensión del lenguaje, no dejó de señalar sus ambigüedades respecto de otros enunciados con efectos y que no son pura performatividad. Diferente es “te tomo las rodillas”, dicho por Ulises a Nausícaa en La Odisea; Cassin distingue en Homero el modelo puro de lo performativo cuando Ulises suplanta directamente el acto. Entonces Nausícaa lo acepta.

Pero de Homero a Gorgias –y luego a Austin– algo cambia: los dos introducen una tercera dimensión del lenguaje que, sin ser idéntica, involucran la comunidad o lo social. El discurso sofístico “es el paradigma de un discurso que hace cosas con palabras”, incluso si no en el sentido austiniano.

En la epideixis se expresa el modelo de la performance sofística cuyo modelo más prístino es el Elogio de Helena, donde se dice lo siguiente: “El logos es un gran soberano que, con el más pequeño y el más inaparente de los cuerpos, performativiza los actos más divinos”. Tras el predominio del performativo cristiano, de larga duración, llega el moderno, austiniano, donde es la jerarquía o la sociedad entera quien mediatiza el performativo: “Queda abierta la sesión”.

De este modo hay que entender las palabras del obispo Desmond Tutú, quien presidía la Comisión por la Verdad y la Reconciliación en Sudáfrica y que sagazmente dijo: “Creemos habitualmente que el lenguaje dice cosas. La Comisión no comparte esta opinión. El lenguaje, discurso y retórica, hace las cosas. Construye la realidad”.

Comprender algunos actos del lenguaje, aun si no todos, como políticos, lleva a una de las apuestas más interesantes de Cómo hacer de verdad cosas con palabras, que se expresa en el último apartado dedicado al problema de la posverdad. Porque, a veces, aunque con decir las cosa no las hagamos, eso no significa que el acto sea inocuo.

¿Qué ocurre con efectos verdaderos de enunciados no performativos? ¿Cuándo afectamos el dominio de la verdad a través de ciertas aserciones? ¿Podemos hacerlo voluntariamente?

Es una reflexión más que pertinente en el contexto actual, donde la sociedad discute el uso del lenguaje llamado “inclusivo” (más allá de los eventos locales, la discusión es general). ¿No sería acaso ese el verdadero punto de discusión: si el lenguaje llamado inclusivo es verdaderamente performativo?

En suma, de lo que se trata es de la relación con lo real y de discernir hasta qué punto, como señala Cassin, el real acto político es un acto de lenguaje. Porque para Cassin, la política, junto con el amor, es el lugar habitual de la performance, el lugar en donde las palabras hacen cosas, para bien o para mal, “como de costumbre”. Y ahí se puede volver a una frase que aparece en dos novelas de Rodolfo FogwillVivir afuera En otro orden de cosas: en el amor, como en la política, “se puede decir una mentira, pero no se la puede hacer”.