Inglaterra, mi Inglaterra 22 Oct 2004

Amores y desamores

El País | Montevideo | Andrea Blanqué

 

EL ESCRITOR inglés D.H.Lawrence (1888-1930) es fundamentalmente conocido por sus novelas, sobre todo por su exitosa —y perseguida en sus tiempos—El amante de Lady Chatterley, y por Mujeres enamoradas, llevada al cine en 1969 por Ken Russell. Sin embargo, fue también un exquisito poeta y un prolífico cuentista.

La editorial argentina El cuenco de plata edita ahora una serie de relatos suyos (seleccionados y traducidos por Inés Pardal), que fueron publicados originalmente en libros de cuentos y en revistas. El título, Inglaterra, mi Inglaterra y otras historias de amor, anuncia que aquello será una selección de lo esencial de este escritor: amor como algo difícil y maravilloso entre hombres y mujeres. Porque aunque el cuento elegido para titular al libro ("Inglaterra, mi Inglaterra") se apoya en el costado pacifista del escritor, es también una historia de amor entre una esposa que se aleja de un marido, y un marido que prefiere la Primera Guerra Mundial a la guerra doméstica.

El volumen se abre con un inquietante relato —"La sombra en el rosedal"— que describe la situación de una esposa casada con un hombre al que no ama y que le produce un gran fastidio. Pero, en el rosedal cargado de flores —las flores son un leit-motiv en la literatura de Lawrence— la malcasada reencuentra a su antiguo amante que no la reconoce: ha quedado demente luego de la guerra. Guerra y amor también aparecen en "Boletos, por favor", donde se pinta la peculiar sociedad femenina en que se ha convertido Inglaterra durante la guerra. Las mujeres conducen tranvías, son guardas: un joven apuesto que no está en los campos de batalla trabaja como inspector y seduce a todas las compañeras de los tranvías. Los colegas se dividen en dos bandos: por un lado, el grupo de mujeres feroces y vengativas, por otro, el solitario don Juan que recibe una soberbia paliza por parte de todas aquellas a las que ha seducido.

 La guerra entre un esposo y una esposa que no se aman es descrita en su cotidianeidad más prosaica en "Jimmy y una mujer desesperada", donde el diletante editor de una revista toma un tren hasta una aldea minera para conocer a una poeta a quien ha editado. Allí, asiste a la escena donde la desdichada mujer frota la espalda y sirve el potaje al marido obrero y resentido. El editor llega como un salvador, pero la nueva relación repetirá la desdicha, en Londres. En este cuento Lawrence se muestra como un maestro de las descripciones de la noche, los paisajes del suburbio, los ambientes desconocidos. Sobre ese fondo coloca sentimientos inaprensibles, que se escabullen y se resisten a ser definidos.

Las neurosis de los burgueses ingleses contemporáneos de los surrealistas años locos de la década del 20, y sin embargo deudores del mundo victoriano, son mostradas con toda ironía en "Bajo el mismo techo", donde un hombre se ha jurado a sí mismo que jamás dormirá bajo un mismo techo con una mujer. Sin embargo, ignora que en la habitación de los huéspedes reposa una hermosa mujer desnuda, que acaba de hacer el amor con el criado.

Los momentos de mayor intensidad se encuentran en los relatos bucólicos "Sol" y "El amor entre las parvas". En el primero, que transcurre en Sicilia, una neoyorquina sigue un tratamiento singular indicado por el médico: tomar el sol desnuda. El sol es el pretexto para un contacto pagano con la naturaleza. Las diosas griegas parecen sobrevolar el cuento, y hasta los faunos, ejemplificados en un campesino siciliano, que la descubre y desde entonces no cesa de mirarla.

El segundo relato se ambienta en la cosecha de heno, en el verano inglés, con dos hermanos y dos mujeres, los cuatro jóvenes, trabajadores, bellos y sudorosos, durmiendo a la intemperie. La presencia de la Naturaleza se contagia al lector como una sensación poderosa en la piel.

Tampoco en sus cuentos Lawrence puede escapar a la tentación de mostrar mujeres profundamente satisfechas porque el amor las llena por completo, y su contrario: mujeres profundamente insatisfechas cuyo vacío absoluto se colmaría con un gran amor. Este detalle, tantas veces criticado por las feministas a raíz del personaje de Úrsula de Mujeres enamoradas o a través de las escenas de sexo de El amante de Lady Chatterley, tiene en este volumen un ejemplo en "Una vez", donde una mujer adúltera que va de amante en amante sin entregarse a ninguno reconoce que una vez, una sola vez, (con un solo hombre) logró completarse como ser humano.

Hay en el volumen mucha belleza y una extremada sensibilidad. El erotismo no está tanto en las escasas escenas de sexo sino en el modo de disfrutar del mundo. Pero también hay violencia. En "El viejo Adán", dos civilizados ingleses se agarran a los puñetazos como si estuvieran en una taberna y no en una casa con mucama. En "Bruja a la mode", una pareja de ex-amantes pelea por adicción, por vicio, y terminan a punto de quemarse vivos mutuamente.