Voltaire
Voltaire, como todo gran escritor, es un imitador de voces: judíos, ateos, jansenistas, paganos, turcos, romanos, maniqueos, desfilan por su prosa afilada reproduciendo posibles argumentos, confrontaciones, tonos, actitudes. En este punto encontramos también un motivo importante de su pensamiento: la tolerancia religiosa no sólo es necesaria, sino que es algo crucial para fomentar el progreso y evitar el fanatismo. El poder del fundamentalismo religioso –sus epítomes más característicos: la crueldad, la insensatez, la barbarie, la violencia, el robo– es el principal adversario del proyecto ilustrado de Voltaire. Argumenta que es mucho más viable una vida pacífica en una comunidad de ateos que de fanáticos religiosos: “Puebla una ciudad de epicúreos, de simónides, de protágoras y de spinozas, y puebla otra de jansenistas y molinistas; probarás de ese modo la verdad del pensamiento que acabo de establecer”.